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Showing posts from 2010

toda la culpa la tiene el piano

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B ogotá 2010 día del detenido desaparecido, estas fotos han permanecido en mi memoria desde que razono lo más preocupante es que cada año hay más rostros. Sólo puedo entender mi país con un piano, es dulce y triste, un lugar como dijera Alejo lleno de fantasmas. Aveces no comprendo como seguimos vivos, como podemos vivir con tanta muerte rozándonos la oreja, aquí estamos y por las calles corre la guerra, una guerra que nunca termina y se disfraza, se pone de todos los colores mientras pisa cadáveres y mujeres solas. Ayer vi de nuevo mi país, su afán por olvidar, por decirse a sí mismo que no pasa nada para dormir tranquilo en la noche. Imagínese Colombia, inundada, llena de llanto, por aquí corren los ríos pero también corre la sangre, esto no es posible entenderlo porque se sale de cualquier lógica. Somos un país mágico sólo porque hablamos desde la locura, desde el hambre crónica, desde el dolor crónico y heredado generación tras generación como una maldición que no cesa, que nunca...

Jueves de ego

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Sam Taylor Photography Los días de esta estación son pesados e inciertos. Mi días amanecen como decía Caicedo con los gusanos y anochecen en medio de vinos y cervezas, de humo de tabaco, de llanto o de risa. Pienso yo que es como si el ciclo se repitiera con personas distintas pero con la misma música, los mismos besos, las mismas rutas hacia los múltiples infiernos de mi alma. Aquí estoy con la nausea entre las manos decía uno de los grandes, aquí estoy como una estrella enferma, me susurró un exnovio citando a Henry Miller, una mañana fría en sus más oscuros excesos de cocaína. Aquí estoy yo como la misma calle, pesada, parda, cansada. Anoche, un clarinete me puso el alma tan dulce, que no fue más que la primera nota para que mi cuerpo se transformara en bosque y tierra húmeda, ese clarinete, me dije, pudo recorrerme toda hasta apretarme por la cintura y besarme el cuello, cuando miré a mi lado estaban Hermann y yeni y May pero yo había viajado hasta el intersticio más secreto d...

Lucrecia: la historia de los dos azulejos

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La tarde cayó tímida por entre las ventanas, era la hora en que Lucrecia se cambiaba para esperar la noche, jugaba con máscaras, ponía el viejo cassette amarillo de su madre y cantaba con voz chillona. Todo sucedía con dulce rutina, hasta que aparecieron los dos azulejos. Uno de ellos picoteaba al otro y le buscaba por entre las plumas mensajes secretos, mientras el otro le mostraba los dientes diminutos y blancos. Eran unos azulejos dentados que no querían salir del jardín de Lucrecia. Ella se acerco despacio para poder escuchar los mensajes del más allá de los pájaros y de pronto los azulejos volaron hasta su pelo y se enredaron en su nuca, revolotearon, soltaron plumas y Lucrecía gemía por entre el salón. Un dos tres gritaba Lucrecia, un dos tres este es un sueño, pero seguían los azulejos en el pelo: Lucrecia ayúdanos somos dos ratoncitos azules, sácanos de este nido, queremos ser libres. Ella comenzó a buscar por entre su pelo: - no hay tal, ustedes son dos pájaros que llevan secr...

Pam: Rodrigo el cazador de cosas

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Aquí te traigo todas estas estrellas que recogí de la acera, que se le cayeron a alguien y que me parecieron hermosas, todas estas estrellas amarillas, verdes, rojas, de todos los colores. Así empezó la conversación entre Rodrigo y Pam. Después de eso a Pam no le importó que Rodrigo le mordiera las orejas ni tampoco que le hiciera minúsculas trenzas que amarraba con un pasto largo y fuerte al que él mismo denominaba amarrapams. Cuando le entraba el desespero a media noche, caminaba por las tranquilas calles del barrio triste: una cuadra, dos cuadras y veinte pasos hasta la casa de Pam, quien no dormía por ser el insomnio una de esas bendiciones en las que contaba las estrellas pegadas con plastilina al muro rosa de su habitación adolescente. Pam gritaba Rodrigo - sal de la casa, vamos a caminar- ella lo escuchaba y cantaba alguna canción en tono de mmm para no despertar a nadie; ni a sus padres, hermanos, tíos, primos y amigos de la provincia que se quedaban en la casa. Luego con s...

Lucrecia: las inundaciones

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Lucrecia se cansó de la mala literatura. Hizo un té de esos que levantan y se secó el sudor frío que le produjo tanta rabia. Se dio cuenta que su casa estaba inundada, que ya no caminaba sino que flotaba por entre las siete habitaciones, pero además no respiraba, como un pez, sobrevivía adentro del agua. Las cosas por el contrario no flotaban, sino que permanecían intactas, a los ojos tierra de Lucrecia nada había cambiado, simplemente las cosas habían conseguido ese caracter de toda su vida, es decir que su propia vida sumergida y estancada no cambiaba, más bien ella flotaba como un recuerdo, una memoria perdida o simplemente como flota alguna materia humana. Lo que antes era verde ahora era azul. Decía un viejo libro en inglés que el azul es malo para la salud, que provoca serias depresiones y dolores de alma. Pero el azul de Lucrecia no era malsano, en su opinión de no ser por ese azul y las cosas intactas y el agua y su vestido que ahora formaba unas figuras maravillosamente poét...

De los dulces Excesos

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En esto de las mutaciones soy una experta. La semana pasada brinqué de exceso en exceso pero cada uno de ellos fue un maravilloso resumen de la vida que he tenido. Digamos que me refugio en los excesos cada vez que me siento muerta y un tanto aburrida. La cosa comenzó leyendo a Miller, a Anis Nin y escuchando Psicodelia, metiéndome por este cuerpo todas las sensaciones que le puedan pasar y respirando en medio de quejidos y retorcijones. Las mejores noches han sido las noches de excesos, de la música que no para de hacerme mover por entre los cuerpos y los espacios. A Yeni y Sam les debo las botellas de tequila que me exorcizaron dolores de antes, no resueltos y que no me atrevía a pronunciar. Los vomité con un grito de liberación, al otro día sólo estaba lista para enfrentar miedos de infancia y para que la noche me devolviera a la Liz de la sonrisa que no para de bailar y de mover la cadera. A Her le debo que me resucitara el cuerpo de nuevo. El milagro que necesitaba era verme en e...

Lucrecia: la tarde con Gainsbourg

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Lucrecia escucha en las tardes a Gainsbourg. Hay momentos poéticos en la caída de la tarde, cuando los colores se intensifican y la ciudad es de color ocre, una ciudad ciertamente viva y llena de pitos y semáforos. Verde y dorada con una luz que sólo se puede ver en el caribe, en estas Indias perdidas y y tercermundistas. Iba diciendo que Lucrecia ama escuchar a Gainsbourg, por un sólo ánimo: a ella las canciones del francés le hacen el amor, desprevenidamente, y de manera cuidadosa. Un vino y la música son dos cosas tan voluptuosas que terminan por besarle la boca, la boca que ella entreabre, mostrándole el rostro al sol de tarde que calienta sin violencia y que a ella también la pone ¡tan voluptuosa y tan latina! Luego las notas suben tranquilas por entre el vestido channel de Lucrecia, suben despacio como un viento de enero, suben besándole las rodillas, mordiéndole los muslos, cada vez más desnuda Lucrecia, cada vez más redondo el malbec en la lengua, cada vez más un vacío que e...

estos treinta que me besan

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De algún modo sabía que la crisis de los 30 tocaría la puerta de este cuerpo y sin embargo a esto no puedo llamarlo crisis sino más bien un exceso de reflexividad. He limpiado, tirado viejos poemas, conservo aquellas cartas de amor profundo y adolescente y aquellas de despedida para recordar que fui una bruja egoísta y libertaria. He besado los recuerdos como mis únicos bienes y le mando al viento florecitas de no me olvides para que se las lleve a esos amores que ahora no me miran o por miedo o por odio o por simple desencanto. También me he repasado, estos 10 años de andar por la sociología, mis luchas que ahora percibo difusas, mis letras que ya no brillan tanto pero que dan para criticar una buena hora. me he vuelto desconfiada, no creo en todo lo bonito que me rezan al oído y soy alérgica a las mujeres melosas que me hablan de amistades cuando lo que hay detrás es pura oscuridad, a esas las estoy odiando, por creerme ingenua y por pensar que no me doy cuenta de lo que hacen. He p...

Especies que desaparecen

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Gabriela encendió un cigarrillo y se vistió de negro una vez más. Martín se le murió y ella no fue capaz de resucitarlo con sus labios. Martín y Gabriela quedaron en las calles de lluvia de Bogotá, en los cafés con tiramisú, en su guitarra negra que ahora ya nadie toca. Martín escribió ella con lapiz labial en el espejo, ¿dónde estás? i belong to you; Martín ¿dónde estás?, por favor no me dejes. Hay días de julio que lo nombra como aquel 19 de julio en una habitación de la ciudad en que le besó la frente y él le cantó una vez más somos de una especie que desaparece. ¿Qué sucede con tanto amor perdido? si es que existe el amor, si es que los besos son reales. Gabriela ahora teme al frío porque no es lo mismo sin Martín, decidió vestirse de azul y cambiarse el nombre. Pero cada 19 Martín la visita y le canta canciones de antes.

Próxima estación: México

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Y entonces empaqué mi maleta y metí el libro de cuentos hispanoaméricanos que mi adorada Judith Villamizar me metió en la vena y luego en el corazón (sí lo admito últimamente mis metáforas de droga son más recurrentes). Y luego también puse un billete de 20 pesos mexicanos. Llamé a Gabriela y le dije: me voy para méxico ¿ tú que opinas? me dijo que por una vez en la vida dejara de desear tanto y me pusiera a estudiar para el examen final de doctorado. Y entonces en un correo virtual me escribió un viejo amigo diciendo que en el Paseo de la Reforma estaba la Carrington esperándome y yo volví a recordar la tarde, el olor del cuarto de los libros, el maravilloso descubrimiento de la Dama Oval. ¡Hum! le dije a Gabriela, definitivamente hay días azules que se me meten en el cerebro, no tengo suficiente voluntad, soy una madeja de deseo, deseo deseo deseo deseo deseo y Gabi, al final lo peor es que me satisfacen, es que se me cumplen. Sí soy una ninfómana de recuerdos, una coleccionista...

i used to: amar a mi dealer

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yo en mis 20 años Saúl dealer Era la estación de la espera cuando yo conocí a Saúl. Eminencia de la Musiteca, lugar que todos los melómanos bogotanos buscaban en temporadas de delirium tremens para poder satisfacer esas ganas de música, esa necesidad de música. Yo no llegué por melómana, siempre he sido mala coleccionista, yo llegué a los 13 años en busca de un CD de Sheryl Crow (que mi familia se negaba a comprarme porque consideraba que la chica country era mala música), llegué menuda con mis 38 kilos, con mi traje azul y con esa mirada de susto que pongo cuando llego a un lugar que no conozco. Allí estaba Saúl mirándome sin interés y mi hermano me curó el pánico escénico preguntándole por Sheryl y conversando acerca de un cd de talking heads que le había encargado desde hacía unos meses. Ese día Didier (mi hermano) salió con cuatro cd´s más y yo con el de la Craw que tanto quería, que tanto deseaba. Después de ese día regresé a la Musiteca sin Didier. Año tras año fui madurando e...

Pensar es altamente femenino

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Ha sido una época de huracanes. La estación centro ha hecho que confluya con mujeres de otros tiempos que me han mostrado su dolor y sus fracturas profundas. Me he dado cuenta que cada día me vuelvo menos tolerante a la injusticia. Me ha dado rabia y parezco un murciélago huraño dentro de mi mundo. Mi corazón se ha hecho jirones, se me ha hinchado como una bomba que luego se desinfla y queda muy arrugado. Si no fuera por Iván all my days, por su terquedad de que saquemos adelante y juntos nuestros proyectos, si no fuera por Luz Ma y por May que me han paladeado mi crisis de trabajo de campo, por Luciana que me recuerda de dónde vengo, por Yeni y su capacidad de esponja, si no fuera por mis estudiantes que cada vez que me caigo, exponen y me dicen detrás de las palabras -creo y transformo - si no fuera porque soy dura y he sobrevivido tres suicidios, miles de muertes, hospitales y dolores, si no fuera por eso ya me hubiera perdido en la pena. Las semanas que pasaron fueron históricas, ...

Lucrecia toca la puerta

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En realidad son días de exquisito dolor. Hoy amanecí con vómitos y dolores de cabeza, Iván all my days preparó unas quesadillas de desayuno y me las comí con leche de chocolate. Me disponía a bañarme como todos los días de rutina cuando llamaron a la puerta. No podía creer lo que estaba frente a mis ojos, un poco más mayor pero todavía rubia estaba Lucrecia, tenía una maleta de terciopelo rojo y unas medias de encaje. Sin saludar entró a mi casa y se sentó en el sillón blanco. - querida he venido a verte - dijo con tono pausado, -no creas que ha sido fácil encontrar el camino a casa- recordé que con mucho desdén tuve que subirla -por su propio bien- en un barco en la Barceloneta. Ella seguía observándome desde el sillón - tienes el pelo más oscuro y más opaco, pero tu piel está mejor- me le acerqué un poco más - ¿qué quieres Lucrecia Caballero?- me tomó la mano, su pequeña mano blanca y huesuda (como la mía) - quiero que quieras y que vayas detrás de eso, verás, he visto cosas inimagi...

Comprender el dolor

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Estos días de profunda tristeza, de tanta compañía, de saber que no soy la única, que como dice Javier, están llenos de pequeñas resistencias, estos días me duelen por ser la continuación del país fantasma, de las voces ambiguas, de los testimonios sin nombre, de las modelos suicidas, de los espías oficiales. Le dije a H. que no se preocupara por nosotros, que no hacemos básicamente nada por este país, porque aquí las investigaciones sobre el dolor y la violencia se archivan en las grandes universidades y lo único que queda es el ego del summa cum laude y una plaza en otra academia donde uno se sentará a hablar de Focault, de Das y de Derrida para comprender el dolor. Afuera está el país, el dolor en carne propia, dolor de hambre, de coordillera paramilitar, de sueños rotos, de desaparecidos y de mutilados. Para dónde van estos días llenos de teorías y donde sólo Luciana y Ciudad Bolívar son mi conexión a la realidad. Necesito ver más, sentir más y abandonar Bogotá, salir como la Nords...

No son suficientes todas las flores del mundo

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Hoy es ocho de marzo y me han regalado una flor de plástico, si con esa flor pudiera olvidar todos los arañazos, golpes, malas palabras y discriminaciones, si con esa flor pudiera acabar con el techo de cristal, ser escuchada, ser valorada, ser comprendida. No hay flores suficientes para la deuda histórica de este mundo de hombres, no hay suficientes flores para acabar con los malos recuerdos de los maltratos y de las sentencias que nos heredaron las madres y las abuelas y que ejecutan sin pena nuestros padres, hermanos, novios, amigos, jefes y desconocidos. Hoy yo celebro estar de pie a pesar de ser mujer, hoy celebro no desvanecerme, no darme por vencida. Hoy celebro que lo he podido hacer gracias a otros hombres, otras mujeres y otros mundos en donde si podemos ser iguales. A mí que me digan feminista, que me tachen de bruja o de magdalena, que bastante han llorado estos ojos la amargura de los golpes y bastante ha celebrado este cuerpo el goce de mi sexo. De aquí no me arrancan ...

Enseñar es subversivo y mejora la salud

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Yo tenía 22 cuándo comencé a dar clases, no sabía la fuerza que tenía pararse frente a los incrédulos estudiantes que me miraban con desconfianza, me temblaban las manos, se me quebraba la voz. Tres días antes había preparado una clase introductoria sobre el sistema social simple y el sistema social complejo, sabía de eso, había pasado cinco años de sociología y me gustaba hablar en el barrio y como siempre... contar historias. Después de ese día, día fundador de esta vida de 29 años, el mundo ya no fue el mismo. Comencé a comprender que el acto de enseñar era la posibilidad de construir, se me venían las ideas como una tormenta, recordaba las palabras de algún profe de antropología que me había dicho que las mujeres tenemos el don de nombrar el mundo y los rostros de los estudiantes me parecieron islas de futuro, espacios de esperanza. Ese día cuando cerré la puerta y me despedí, me di cuenta que era la mujer más feliz del mundo, que había encontrado una vocación. De las tardes de m...

Pam y Dani 2

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Dani se compró una camiseta en vía libre y a Pam le pareció que esa misma camiseta la tenía Robert Plant en uno de los conciertos de Londres. Dani que es un experto traficante de discos y casettes, ha conseguido ademas un walkman, si señores y señoras del lumpen proletariado, un walkman, esas vainas no abundan en Kennedy, sólo los niños ricos lo tienen, pero como es la vida de buena, Dani Plate ha conseguido no uno sino dos, uno para él y otro para la Pam. Mientras Pam se arregla sus aretes de plata - que siempre se le enredan en el pelo - Dani, la mira con ojitos de regalo: - vieja Pam, le tengo un regalo- y Pam sigue mirando la camiseta plant de Dani - bueno pues parce, quitándose la camiseta- y se ríe arrugando la nariz. -no Pam, en serio, este regalo te va a gustar mucho, tiene las canciones de Led, todas para ti- Pam que ahora contiene la respiración extiende las manos, cierra los ojos, se muerde el labio con mesura. Dani, sonrisa plena le pone el walkman y en esas se larga un agu...

PaM y Dani 1

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Cuéntame cuántas estrellas hay en el cielo y luego vamos a hacer grafittis en los muros vírgenes, que te parece si después nos comemos una pizza en el carrito y vamos donde Johanna y ponemos esas canciones viejas de salsa que tanto nos gustan, le dice Pam a Daniel Plate y él afinando su guitarra le dice que mejor se canten una canción de esas bonitas que suenan en la Universidad Pública. Pam le besa la frente, imagínate que somos nosotros tu y yo para siempre que no eres de otro y luego le pide esa canción triste que le suena tan linda pero que la hace llorar. Daniel Plate, virtuoso de la guitarra, comienza los arpegios y a Pam se le salen las lágrimas tímidas, vivo en un país libre... y soy feliz porque soy gigante, se muerde una mano - mala costumbre de la Pam- se muerde la punta de la manga - por eso tiene un hueco deshilachado y meloso. Pam no sabe porque llora, en algún lugar de su código genético vive una nostalgia por las causas perdidas, siente esa emoción extraña que le inv...

Verónica no calla, ni guarda nada en su corazón

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A Verónica le enseñaron que debía callar cuando los hombres hablaban, le enseñaron que como María callaba ella también debía hacerlo y que claro, esos hombres malgeniados y abusivos eran príncipes que un día se casaban y al otro día golpeaban y daban para la mesada, para la leche de los niños, para el alquiler de la gran casa comprada por él. Pero Verónica nació tarde y ya otras mujeres habían mordido polvo y habían jurado no dejar que otras lloraran en silencio y callaran como María. Por eso cuando su marido le golpeó un ojo y le dio para la mesada, ella salió de la casa y nunca más regresó. Ay Verónica, ahora tiene 25 años y muchas ganas, hoy hablé con ella por el teléfono y me dijo entre risas - te casaste, bandida- yo le dije que sí que los hombres porquería existían pero también los respetuosos, le dije que le había hecho jurarme sobre la Belli amor en igualdad y que incluso él me había dicho que la Belli era una patriarcalista. Le pregunté si era feliz sola, sin hijos y sin casar...

Próxima estación: centro

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Metí en la maleta un vestido que Lucila Patxeck me heredó, metí también mi pasaporte y el libro del cuento Hispanoamericano que Judith Villamizar me enseñó en noveno grado. Metí 20 pesos mexicanos, una foto de Iván y recé la maleta para que un avión me lleve tan lejos que pueda oler el océano de Victoria y la Hamaca. Este fin de año empezó feliz y contundente. Amaneció Bogotá azul y soleada y mi alma amaneció con aquella renovación de la deidad femenina, amanecí muy mujer densa y serena con un dolorcito que todavía no se me quita pese al advil max que me acabo de engullir. Me duele todo el cuerpo pero ando muy sonriente y radiante, lista para violencia y civilización, lista para geografía humana, lista para la clase de Rita Laura, lista para entender, comprender y despotricar. El balance del 2009: buenos amigos, un amor incondicional y en extremo tierno, una carrera de pasión desmedida y muchos descubrimientos. Que fue un año bueno, muy bueno y sin embargo no me dolió dejarlo como otro...