Próxima estación: centro

Metí en la maleta un vestido que Lucila Patxeck me heredó, metí también mi pasaporte y el libro del cuento Hispanoamericano que Judith Villamizar me enseñó en noveno grado. Metí 20 pesos mexicanos, una foto de Iván y recé la maleta para que un avión me lleve tan lejos que pueda oler el océano de Victoria y la Hamaca.
Este fin de año empezó feliz y contundente. Amaneció Bogotá azul y soleada y mi alma amaneció con aquella renovación de la deidad femenina, amanecí muy mujer densa y serena con un dolorcito que todavía no se me quita pese al advil max que me acabo de engullir. Me duele todo el cuerpo pero ando muy sonriente y radiante, lista para violencia y civilización, lista para geografía humana, lista para la clase de Rita Laura, lista para entender, comprender y despotricar.
El balance del 2009: buenos amigos, un amor incondicional y en extremo tierno, una carrera de pasión desmedida y muchos descubrimientos. Que fue un año bueno, muy bueno y sin embargo no me dolió dejarlo como otros años, porque finalmente supongo que la estación centro ha comenzado y que lo que viene es bendición al por mayor. A pesar de las envidias y las malas vibras mi corazón es protegido en escudo de platino, aquí no entra na malo porque está lleno de cosas bonitas y entra lo que sale.
Chau 2009 fuiste un año dicharachero y feliz, que venga otro y que me haga cosquillitas como hoy, este año comienza mi década de oro, demasiado joven para sentirme vieja y demasiado caminada para que me digan biche. No me han salido arrugas en el corazón y en mi panza vuelan mariposas moradas.
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