Lucrecia: las inundaciones

Lucrecia se cansó de la mala literatura. Hizo un té de esos que levantan y se secó el sudor frío que le produjo tanta rabia. Se dio cuenta que su casa estaba inundada, que ya no caminaba sino que flotaba por entre las siete habitaciones, pero además no respiraba, como un pez, sobrevivía adentro del agua. Las cosas por el contrario no flotaban, sino que permanecían intactas, a los ojos tierra de Lucrecia nada había cambiado, simplemente las cosas habían conseguido ese caracter de toda su vida, es decir que su propia vida sumergida y estancada no cambiaba, más bien ella flotaba como un recuerdo, una memoria perdida o simplemente como flota alguna materia humana.
Lo que antes era verde ahora era azul. Decía un viejo libro en inglés que el azul es malo para la salud, que provoca serias depresiones y dolores de alma. Pero el azul de Lucrecia no era malsano, en su opinión de no ser por ese azul y las cosas intactas y el agua y su vestido que ahora formaba unas figuras maravillosamente poéticas, no podría tomar su te con la tranquilidad que este merecía, digamos que el te siempre reconforta un alma intoxicada por la mala literatura.
La razón por la cual Lucrecia llegó a escuchar esas malas composiciones fue una razón llena de benevolencia y compasión, pero desde luego, no era justo para sus oídos haber llegado a tal descomposición de la poesía. La tarde anterior asistió a un viejo café a escuchar un recital de un amigo inoportuno y fue allí en que adquirió este tipo de enfermedad tropical, una poesía barata, hecha de dichos y expresiones plagiadas, sin ningún tipo de música y con mucho ruido. Lucrecia sin embargo y afortunadamente, logró llegar a su casa, hacer el té y flotar durante un rato.
La razón por la cual Lucrecia flotó no tiene importancia, algunas veces las inundaciones son buenas para el alma, sobre todo después de una intoxicación. Siempre que la tierra está árida se reza por la lluvia y siempre que llega el agua, las cosas adquieren un rasgo singular, se descubren, son ellas mismas y no hay otra poesía que las cosas sin simulacros, sin luces y en la claridad de lo simple.
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