Lucrecia: la historia de los dos azulejos

La tarde cayó tímida por entre las ventanas, era la hora en que Lucrecia se cambiaba para esperar la noche, jugaba con máscaras, ponía el viejo cassette amarillo de su madre y cantaba con voz chillona. Todo sucedía con dulce rutina, hasta que aparecieron los dos azulejos.
Uno de ellos picoteaba al otro y le buscaba por entre las plumas mensajes secretos, mientras el otro le mostraba los dientes diminutos y blancos. Eran unos azulejos dentados que no querían salir del jardín de Lucrecia. Ella se acerco despacio para poder escuchar los mensajes del más allá de los pájaros y de pronto los azulejos volaron hasta su pelo y se enredaron en su nuca, revolotearon, soltaron plumas y Lucrecía gemía por entre el salón.
Un dos tres gritaba Lucrecia, un dos tres este es un sueño, pero seguían los azulejos en el pelo: Lucrecia ayúdanos somos dos ratoncitos azules, sácanos de este nido, queremos ser libres. Ella comenzó a buscar por entre su pelo: - no hay tal, ustedes son dos pájaros que llevan secretos- lloraba Lucrecia. - no, en realidad somos dos ratoncitos azules - decían serios los antes pájaros.
Armada de un coraje insospechado, Lucrecia tiró al suelo uno de los ahora ratoncitos azules mientras que el otro se desvaneció entre los hilos de su pelo. El sobreviente rodó desde el jardín hasta el salón y Lucrecia lo siguió entre lágrimas. Aquel ratón cayó debajo del sillón de su padre y Lucrecia estiró la mano para sacarlo. - eres muy rechocho y calentito - dijo Lucrecia al tocar la panza que permanecía bajo el sillón. Tomándolo con delicadeza lo sacó hasta la superficie humana. Un momento - dijo Lucrecia mirándolo- ahora eres un cerdito ¿cómo pudo pasar eso? el antes pájaro, después ratón y ahora chancho la miraba con ojos dulces moviendo con ternura su hocico rosa - pues mira que ahora soy un cerdito- Lucrecia se levantó y se hizo una trenza, subió a su cuarto y se quedó pensando de qué tamaño eran los miedos.
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