Pam: Rodrigo el cazador de cosas


Aquí te traigo todas estas estrellas que recogí de la acera, que se le cayeron a alguien y que me parecieron hermosas, todas estas estrellas amarillas, verdes, rojas, de todos los colores. Así empezó la conversación entre Rodrigo y Pam.

Después de eso a Pam no le importó que Rodrigo le mordiera las orejas ni tampoco que le hiciera minúsculas trenzas que amarraba con un pasto largo y fuerte al que él mismo denominaba amarrapams. Cuando le entraba el desespero a media noche, caminaba por las tranquilas calles del barrio triste: una cuadra, dos cuadras y veinte pasos hasta la casa de Pam, quien no dormía por ser el insomnio una de esas bendiciones en las que contaba las estrellas pegadas con plastilina al muro rosa de su habitación adolescente.

Pam gritaba Rodrigo - sal de la casa, vamos a caminar- ella lo escuchaba y cantaba alguna canción en tono de mmm para no despertar a nadie; ni a sus padres, hermanos, tíos, primos y amigos de la provincia que se quedaban en la casa. Luego con sentimiento de culpa, se ponía unas pantuflas de algún hermano y bajaba las escaleras, menuda la Pam, liviana la Pam, como alma en pena vestida de blanco con encajes y florecitas repujadas en la pijama.

- Rodri parcerito hoy no salgo a caminar- le susurraba por el portón del garaje. - Tengo frío y a mi el frío me espanta, es que soy tan menuda que se me cuela por entre la ropa y mira tiemblo más que la gelatina royal parcerito- Rodrigo entonces se mordía la manga del buzo azul profundo y le decía con resignación - entonces no podrás ver lo que he conseguido, las cosas que me he encontrado esta semana por la calle, tengo un moñito azul, un encendedor barato y además cincuenta pesos que estaban bajo una piedra- Pam saca la cara por entre la reja y le toma la cabeza con sus manos - ven, beso de buenos días y de malas noches, beso en la frente para que te vayas a cazar cosas sin mí y me las muestres mañana- Rodrigo se acerca, roba un beso a la boca Pamelesca y quiere devorársela. Pam que ya lo conoce se ríe, se retira y le toma una mano.

Resignación piensa Rodrigo mientras continua la caza de la noche. No es tan divertido como con Pam pero tampoco es el final de los días. No hay tragedia sin Pam, sólo que con ella hay regreso, sin ella Rodrigo se enamora tanto de la calle, que lo llama por entre el asfalto y las vías enredadas, por entre la luz a medias y los parques sin niños. Rodrigo respira y piensa que no pertenece a la mañana, la hora tímida que le anuncia el comienzo de la tragedia de asumir la vida dura de los años nuevos.

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