De los dulces Excesos


En esto de las mutaciones soy una experta. La semana pasada brinqué de exceso en exceso pero cada uno de ellos fue un maravilloso resumen de la vida que he tenido. Digamos que me refugio en los excesos cada vez que me siento muerta y un tanto aburrida. La cosa comenzó leyendo a Miller, a Anis Nin y escuchando Psicodelia, metiéndome por este cuerpo todas las sensaciones que le puedan pasar y respirando en medio de quejidos y retorcijones.

Las mejores noches han sido las noches de excesos, de la música que no para de hacerme mover por entre los cuerpos y los espacios. A Yeni y Sam les debo las botellas de tequila que me exorcizaron dolores de antes, no resueltos y que no me atrevía a pronunciar. Los vomité con un grito de liberación, al otro día sólo estaba lista para enfrentar miedos de infancia y para que la noche me devolviera a la Liz de la sonrisa que no para de bailar y de mover la cadera.

A Her le debo que me resucitara el cuerpo de nuevo. El milagro que necesitaba era verme en el espejo, besarle las mejillas a un desconocido, levantar la frente, mover los hombros, perder la razón sólo bailando. Había olvidado cuan feliz me hacían las cumbias, la salsa, el rock and roll y la noche. La música que me hace cerrar los ojos y flotar como las milenarias peluzas del curubo, la música que no me deja llorar sino que me explota en cada rinconcito, en cada lugar perdido de mi existencia.

Resuelta volví a mi barrio triste y obrero; me encontré con Juana, con el Cuervo, con Pacho Police y con Duvan, con las calles llenas de huecos y mercado, con la estación polvorienta de transmilenio, con la salsa dura y con el metal. No se puede viajar al pasado, pero los re - encuentros tal como dijo Pacho son espacios en que el tiempo se congela y volvemos a tener 16 años eternamente. Por cinco horas mi pelo se volvió más rubio y no me cansé de rockanrolear, tocando la guitarra imaginaria, saltando y brindando por los amigos asesinados y por los desaparecidos premeditada y brutalmente.

Pensé que era de nuevo la mujer más feliz del universo y es que así es la vida mía, absolutamente bipolar. Pero los excesos siempre me dejan con ganas de comenzar otra vez. Esta semana me propuse desintoxicarme de tanta emoción y vestirme de colores y soltarme el pelo y dejar que se enrede sin ninguna otra pretensión, esta semana resolví salir al día y no olvidarme de la Liz de la noche, de la calle y de los poemas.

Comments

Anonymous said…
Simplemente genial
Anonymous said…
Nunca dejes de escribir
Me levanto en la mañana. El sol aun no ha salido de su caja espesa y
en la distancia ya escucho el eco de una voz que rompe el aire con
peculiar monotonía. Aquí he descubierto finalmente la muerte de Dios y de sus flácidos efebos provenientes del Libro. Los pájaros tempraneros se confunden con los latidos del hormigón y las vibraciones de la tierra. Las letras han dejado sangre sobre el camino, luego de haber
lamido su propio cuerpo durante media noche. En la distancia veo una
tierra sin verdes ni olivos, sin senos, ni penumbras sensuales. Es
como si la voz se hubiera petrificado y todas las historias hubieran
colapsado en cenizas.
Liz Korner said…
Esta bueno el poema... ¡habrá que hacer una tertulia Alejito!

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