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Showing posts from 2006

La costa Caribe

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En la tierra de Matilde Lina y de la Momposina, de las mariposas amarillas y de Fermina Daza, yo tengo un amante:  el mar . Ahora vuelvo —y quién lo creyera— para quedarme mucho tiempo. Para hacer de la costa y del Magdalena mis compañeros de trabajo. Yo presentía viajes, se lo dije a Tati allá en Armero. Le dije:  voy a viajar , lo que no sabía era que la mochila que mi Carlos Iván me regaló iba a caminar terciada a mi pecho este 17 de diciembre. Va a comenzar desde el bajo Magdalena hasta el canal del Dique, y sin parar, conoceremos parajes de farotas y marimondas. Renuncié a mis clases en la universidad, a seguir en la academia, solo por unos meses. Mientras me armo de etnografía, de mi mochila, y de mis sandalias azules para encontrarme con el país. Para hablarle al Observatorio del Caribe y a la UNESCO del estado de uno de los patrimonios intangibles más importantes que tenemos:  el Carnaval Triétnico , la prueba más grande de la diversidad colombiana y sus matices. ...

Nada nuevo para decir

En mi adolescencia aprendí, gracias a un buen amigo, que uno no debía pertenecer a nada y que nada debía pertenecerle a uno. Pero luego se entra en el complicado sistema social, y la socialización misma se vuelve una máquina de individuos en serie. Dentro de Bogotá parecen existir nidos de inútiles que se concentran en sus abismos de poder, y que manejan hilos visibles cuyas historias se representan en su teatro: el de los medios de comunicación. Los medios… De pequeña, siempre veía las imágenes en el televisor, escuchaba las voces de la radio, hojeaba el papel de la prensa y creía que alguien omnipotente —alguien que lo sabía todo— comunicaba lo que ocurría. Y entonces, era “la verdad”. La verdad del Estado-nación. Hoy, después de haber entrado en sus redes, después de haberme sentado —con santo y seña de rancios abolengos— a ver de cerca a los periodistas que construyen el discurso de la opinión pública, me di cuenta de algo:  los medios son la evidencia más clara de la clase pol...

Diosas y Arboles

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octubre...

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Las muñecas de porcelana se rompen. Dice francisco mi nuevo jefe que a las mamás de los poetas las preñaron con una lágrima.

migraña de martes

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recien levantada canto

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Baby, baby, you are my voodoo child… ¿Qué será que las mujeres siempre tienen que cuidar su figura? Siempre hablando de los diez mil tratamientos para volverse como Kate Moss, y yo voy por la vida conmigo misma, sin reparar si soy talla 34 o 32 o 40, o si mis piernas son lo suficientemente largas para que mi amor se pierda en ellas. Yo solo busco oasis, porque parece que ahora todos comen pan integral para aliviar sus sentimientos de culpa, y yo, inconsecuente, sería feliz con una morcilla sin pensar en las coronarias. Mis excesos también me empalagan, así que decido respirar un poco y beber agua de menta, mientras todos quieren ser la fábrica de Mattel y andar en un carrito como el de Barbie ejecutiva. ¿A mí qué? Si la verdad es que el momento más feliz de mi vida es cuando me despierto y hago caras frente al espejo. Y si estoy feliz, bailo un poquito, y si no, pues saco la lengua y arrugo los ojitos. Pero en realidad, ¿qué importa? Si estos días son de sol, si mi familia se la pasa j...

LOS DÍAS DE ARTURO Y LUCRECIA

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El segundo año, 1986 , albergaba a unos veinte pequeños que, entre almanaques y figurines, aprendían algunas lecciones no tan importantes para la vida y otras un tanto necesarias para aprender a convivir. En ese entonces, el M-19 se había tomado el Palacio de Justicia, un pueblo había desaparecido entre el lodo de un volcán, las noticias anunciaban frustrados pactos de paz y en la universidad pública desaparecían diez estudiantes por semana. Eran los adorables ochenta, que recibieron los seis años de Lucrecia Caballero. El colegio, como un territorio hostil y despiadado donde solo los más fuertes sobrevivían, se presentaba ante los ojos de la niña, quien, entre los libros, descubría historias legendarias de caballeros y princesas de largos cabellos. Fue allí donde encontró a Arturo, como un halo de luz en una oscuridad que ciega, como un príncipe de canicas y bicicleta. Él fue quizás el primero que la liberó de la melancolía que la asaltaba en las tardes ocres de soledad. Lucrecia, tí...

sweet sahumerio

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Con mi camisa pequeña y mis calzoncitos setenteros bailé  Strawberry Fields Forever  al tiempo que lavaba mis dientes. El día comenzó con esa soledad de vivir en mi casa de ladrillo, saltando por todos sus rincones descalza, porque el sol entró por todas mis ventanas y, de tanto bailar, ya eran las diez de la mañana y en mi oficina mi jefe me pedía a gritos desesperados. Seguí cantando todo el día con una vibra maravillosa, absolutamente infantil. Caminé por el Centro Internacional, saludé a todos los que me decían piropos, regalé flores, doné turnos en el banco, sonreí hasta el cansancio y hasta me confesé en la iglesia y me puse la ceniza. Esperé a que apareciera un conejo blanco y me llevara a algún lugar mágico, pero en cambio encontré a mis Consejos Locales de Juventud en la Asesoría Financiera. También los amé, porque amé todo hoy y la vida me dijo:  baby, el amor sí existe, o si no ¿por qué sonríes tanto?  Y yo le respondí que era la música que me hacía el amo...

no era muerte sino sombra lo que le cruzaba la cara

Que yo estuviera con una cara de  no satisfaction  no fue una coincidencia, porque descubrí —como por arte de magia— que aquel que se hacía llamar mi dulce doctor K. tan sólo era un usurpador de su nombre.Considerando ese detalle, me encontré con Mermelade y decidimos que dejaríamos un momento a Andrés y a Simone, y que luego volveríamos a enamorarnos de ellos en unas semanas. Quisimos morirnos, y entonces comimos torta de chocolate con cucarachas y motas de tristeza. Al final de la tarde concluíamos proyectos acerca de cómo llamaríamos nuestra corporación de utopías. Esto de ser pensador es complicado,  man , es como responsabilizarse de todas las desgracias del  real world  y tener que escupir intensas soluciones. Al fin y al cabo, ella terminó en Misfits gritando el nombre de Razón de Vivir y diluviando en una estación de Transmilenio. Yo seguí mi camino hacia el encuentro con Gustav, quien se escondió en mi sonrisa y no permitió que avanzara en esas lides de...

HALT DIE OHREN STEIF

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La ciudad de Bogotá es esquizofrénica , por eso no es raro que a quien viva en la ciudad le broten pequeñas agallas para poder subsistir a la polución y que le provoque romperse los huesos cada vez que el clima caprichoso le da rienda suelta a su manía o a su depresión. La semana estuvo congestionada de símbolos. Yo desperté cada mañana con un frío aterrador y las nubes grises velando los sueños tristes de un loco enamorado de las horas inconclusas. El doctor Kreutzër no apareció los siguientes días, y fue necesario para que me encontrara con mi anterior amante, un caleño que se suicidó por amor, pero que, a partir de su muerte, se durmió entre mis senos adolescentes y siguió disfrutando del olor de mi pelo hasta que me volví una estadística de adulta joven. Pero a él sólo pude encontrarlo a través de Simone. Decidí solo por esa tarde de jueves ser amante de él y entonces, como Pzico Rouge también hacía parte de la bacanal de ménades amantes del caleño, nos encontramos con Simone en un...

bechamel y desesperanza

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Muy de mañana me levanté con un sabor metálico en la boca. Mala suerte, pensé. Hace frío y es mi primer día de trabajo en un nuevo proyecto gris que me hará caminar la realidad del cerro. Esperé todo el día para encontrar al doctor Kreutzër, ese hombre extraño que no promete y se vuelve obsesión con recuerdo de Magritte. He de decir que pensé que finalmente sería quien lidiara con dragones y, para mi desgracia, se acuesta con ellos. A la tarde llegó mi segundo pulmón, para que escribiéramos acerca de esa investigación inconclusa que ha de terminarse en unas semanas. Pero el frío bogotano era pura tragedia. Los presentimientos me susurraron que el doctor Kreutzër había caído en un complot que yo misma había creado con mi bestiario en el mundo del sueño, y que, al atardecer, estaría entre mis sábanas de seda verde aguamarina, endulzándome con su sabor de viajero de los astros. Así fue que, mientras pulmón y yo tomábamos un té en el jardín de los nomeolvides —que tiene como garantes una m...