Pam: cuando te pierdes te encuentras
Pam recuerda como si fuera ayer ese otoño en la Barceloneta. Recuerda el mar que lamía los barcos y la arena. Siempre había turistas sacando fotos del Mediterráneo, que en ese momento parecía más un animal hambriento y gris que un remanso bucólico. Al mar lo poseía el Mistral, y a Pam, un presagio. Sintió que alguien caminaba por la acera, que necesitaba correr a encontrarlo… y entonces no lo vio. Sintió que debía caminar hasta la boca del metro, y allí se subió como dejándose llevar por el instinto, por las intuiciones de serpiente. Algo le dijo que corriera hacia el Para-lel, rumbo a Badalona, pero se arrepintió de hacer el cambio y volvió hacia la playa, donde ahora Ana le gritaba si se lanzaba al mar en pleno otoño. Ese mismo presagio la atacó una tarde en Gràcia, mientras compraba sushi en una tienda. Sintió que algo —o alguien— la cruzaba. Dejó a Ana entregándole el cambio y preguntándole si quería sopa de miso, y Pam salió corriendo como alma que lleva el diablo. Abrió la puerta...
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