Verónica: Los vestidos






A Verónica le gustan los vestidos. Nunca fue buena para trepar árboles ni para ensuciarse en la hierba, lo de ella eran las telas de todos los colores, buscar las combinaciones perfectas entre los retazos y armar trajes de luces con la máquina de juguete que le regalaron a los ocho años. Si quiere imaginar a Vero, imagine la peor pesadilla en el colegio, una mujer más que hermosa, más que bella y por tanto inaccesible. Imagine esa bruja de ojos inigualables que le rompió el corazón, esa que usted invitó a sus 15 y que terminó por robar la atención hasta de su padre, la que en la universidad entraba y desconcentraba al profesor más temible, la que cruzaba la pierna entre los amigos y había un silencio inmediato detenido en el olor de cada movimiento de ella y su fino perfume que dolía en los machos. Estamos hablando de Verónica a quien le gustan los vestidos.

Verónica no sabía que era bella, pensaba en cambio que era un poco extraña y siempre tuvo esa intuación que algo pasaba con las mujeres que no terminaba por convencerla. Desde muy pequeña detenía su mirada en las revistas de moda que importaba su madre antes de la apertura económica. Ada, la madre se las llevaba a Angélica una amiga fina que había caído en la ruina pero que se inspiraba con las revistas y creaba unos modelos irrepetibles, Angélica es la madre de Pam y Pam odia a Verónica por ser demasiado señorita. Verónica no tiene la culpa, dice Ada que nació dulce desde que se estaba formando, que en el vientre no daba patadas ni se acomodaba de manera brusca sino que parecía estar danzando en formas detenidas, una danza en el agua de la vida.

Mientras los modelos de Junior express en Unicentro traían la moda de los 80 con colores exéntricos y pendientes en formas de aro, Verónica prefería las texturas de Cabrales, los velos de Olga Piedrahita, el olor de las tiendas masivas de telas donde escondía su nariz cuando sentía que el mundo estaba perdido. En esas tardes del 96 que extendían una soledad que no acababa, Verónica tomaba el carro, ponía una canción de Ray Charles que había escuchado por primera vez en el Bennys de la 82 con 12 y llegaba hasta la zona industrial de las Américas. En La Fayette, se metía entre la seda fría, recorría con dos dedos de su mano la tela y sentía pequeños escalofríos que le recorrían la espalda, luego iba a los tules y se escondía detrás de ellos, imaginaba los mundos multicolores, rosas, azules, grises. Las telas eran una droga para la calma, la valeriana texturizada del alma sola de Verónica, el espacio único y tranquilo donde podía ser otra seda, otra blonda, tela limpia, lino complicado, organza transparente.

Verónica piensa que los vestidos tienen alma, cada uno de ellos cuenta historias, tiene una personalidad y un secreto. Un vestido es un disfráz para esconder la inquieta desnudez y sus verdades, el vestido es para Vero como la floresta para los animales salvajes, es la piel inventada por la mente de un genio o de una genia enamorada de las flores y de las formas. Hay quien dice que Verónica es frívola y materialista, una chica plástica que suda channel number 3, pero en realidad ella no es nada más que una mujer con un vestido turquesa. Hay días en que se la ve sentada al frente de su máquina con un wisky en una mano y un diasepán en la otra, se la ve apretando sus labios, se le ven caer lágrimas por el medio de sus generosos senos, se la ve callada con la boca pintada del color de sus zapatos, se la ve pensando en un vestido nuevo, uno que sea la copia más fiel de su alma, piensa en mariposas, piensa en lobos, piensa en otras mujeres y decide quedarse con la tela entre las manos sin más ideas que la tela tal como es.

Cuando Verónica se cansa, se queda con la lencería puesta y se pinta los labios, en estos días para Verónica no hay vestido que la aguante, está pensando en la bondad que tienen las cosas sencillas y para colmo de males su belleza no es nada sencilla, es una marca tan poderosa como para alejarla de las cosas cotidianas y meterla en un mundo de poesías y alucinaciones. A verónica sin embargo sólo podrá curarla un nuevo vestido.

Comments

Anonymous said…
Bello texto L.

Popular posts from this blog

Pam: cuando te pierdes te encuentras

Filias

Mi cuerpo está, yo existo: sanando la endometriosis