Las Derivas de los Silencios

Caracolí julio de 2011

En Caracolí vive E. desde allí se puede ver un lago que a la vista de estos días resulta una imagen hermosa que se detiene en medio de las casas de ladrillo, de las montañas erosionadas. Este lago está hecho de las aguas negras que llegan hasta allí y depositan las cañerías de más de 100 vecindarios obreros y de invasión. Sobre el lago crece el pasto, dice E. que es un pasto que se mueve porque tiene raíces pero que nunca sale del lago fétido sino que lo recorre de un lado para otro y aveces deja un claro que es esa imagen hermosa en medio del color naranja y gris de los cerros.

E. me contó esto después de haberme relatado como había defendido una carretera perdida en las montañas de Antioquia de la ofensa guerrillera. Ese día cayeron 17, nosotros no tuvimos bajas, me contó E. lo siguiente que me contó sencillamente no lo puedo escribir, pero si puedo relatarles como sentí que se me estremecía el pecho, que me quedaba sin aire, yo no lloré porque me enseñaron a tragarme las lágrimas en medio del trabajo de campo, por eso creo tengo este diario auxiliar perdido en la red. E. Volvía en medio de su relato al pasto con raíces, a la belleza de ese lago de aguas negras y a la historia de Apartadó y de su familia chocoana. Para mi era inevitable hacer una analogía de lo que estaba viendo y de lo que estaba escuchando.

E. le dije, parece que el mismo lago es Ciudad Bolívar, este lugar tan duro, tan lleno de miserias, pero aún aquí donde parece no crecer nada, donde uno creería que sólo hay lugar para la muerte, llega un pasto que ha volado desde muy lejos y se instala con una raíz frágil pero ante todo raíz y mire E. que muchos llegan desarraigados como ese pasto y tienen como él que arraigarse al caudal lento del lago, se mueven apenas poco pero se aferran con lo que tienen. E. así de fuerte es la gente negra, el viento la ha traído contra su voluntad a este lugar invisible, a esta otra patria y mire que aunque es árido y triste el pasto le pone colores, lo hace bello, sublime, así son ustedes E.

Luego ocurrió el silencio y nos quedamos mirando el lago. Pensé en esa frase "las derivas de los silencios" que le leí a Catalina Cortes y me pregunté sobre todo en un instante, un instante en que cruce montañas desde el verde Apartadó lleno de sangre que me contó Helena, hasta el Choco de mi diosa Nidia, pasé por el retrato imaginado de E de camuflado, aterricé en el cerro donde conocí a Marco, mi niño de pandilla. Tuve que morderme la lengua, contener la respiración y llorar adentro.

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