Pare de sufrir: no somos helechos asexuados

En mis tiempos existía una horrorosa clase llamada comportamiento y salud, en adelante la electiva del terror. 40 niñas con listoncitos en el pelo, veíamos con algo de náusea un set de imágenes de las enfermedades venéreas, hoy llamadas infecciones de transmisión sexual. Antes de semejante trauma, las láminas sobre el sistema reproductivo de hombres y mujeres aparecía como una abstracción donde uno no terminaba de entender si esas curvaturas hacían parte de uno o cómo era que operaban. La cereza en el top era un video llamado "un grito en el silencio" más o menos una propaganda contra el aborto donde uno quedaba o asqueado, o moralmente incapaz de articular palabra. 

Había un secreto en medio de todo, se sabía que a un algo se le denominaba "el sexo". Por ejemplo yo me enteré que existía primero porque no me dejaban ver las Hinojosa, una popular serie de televisión de entonces y cuando en mi casa se leía Cien Años de Soledad, recuerdo alguna que otra censura en la parte de Amaranta Ursula y su primo.  Yo que me crié con dos primos de mi misma edad, vi como a partir de los 12 años fui naturalmente arrancada de su cercanía corporal porque el miedo de los padres era como un alien de ochenta ojos que nos controlaba los movimientos en la hamaca, que años atrás era simplemente el columpio y el lugar de las cosquillas. Algo raro pasaba entre hombres y mujeres y eso se percibía en tanto cuidado de ese "algo" que no teníamos ni idea en qué consistía. 

Estudié en un colegio femenino y de monjas,  por tanto soy una mujer versada en eso de las niñas reprimidas. Lamentablemente para los padres y las madres, las niñas son sexuadas y con el tiempo eso empieza a tomar forma de una manera bastante confusa y deliciosa. Una es consciente de tener en medio de las piernas un vortex espacio - temporal, que si se toca es como un dispositivo que abre la ventana a una pequeña muerte, un estallido lleno de chispitas y de un noseque, que  nadie nombra con claridad.  La palabra mágica y mal ponderada se llama "placer", nos hablaron todo el tiempo del horror de la genitalidad, del sufrimiento de la enfermedad venerea, de la menstruación como un proceso biológico aséptico donde "el lavado del pelo se hace imprescindible" -lo siento, quedé traumada con esa instrucción en clase de comportamiento y salud-.  Obviamente, sexo, genitales y pecado eran una constante que de vez en cuando variaba con la triada sexo- genitales- biología. 

Sobre la autoestimulación había toda una campaña de desprestigio, si una se tocaba era algo así como abrir esa ventana sin la autorización de padres, curas, psicólogos o futuros maridos. Estábamos jodidas, porque nuestro cuerpo era de todo el mundo menos de nosotras. Y uno que no se quedaba con los argumentos ramplones se detenía a mirar qué pasaba si se abría ese vortex, y madre de dios.... después de eso el placer era experimentado como la cosa más oscura, vital y culpable del mundo. Sería por la lucha feminista que terminaron vinculando psicólogas de la teoría de la autoestima que le ponían a hacer ejercicios estúpidos a uno disque para amarse y no permitir que su templo fuera profanado. Tanta sacralización de mi vagina, me llevó a pensar que tocaba casi que adorarla y ponerle flores. 

Casi pero no, al contrario mis amigas y yo comenzamos algo así como una búsqueda del placer desde diferentes conocimientos empíricos que espero poder comunicar algún día. Pero a los 14 ya teníamos muy claro que el sexo pertenecía al circuito del secreto. Claro está que había diferencias, algunas cuyos padres tenían como insignia las libertades y las premisas hippies, pero una, perteneciente a lo más normal de la normalidad, tuvo que encontrar en el sexo una vía para la emancipación femenina. 

La primera vez fue para muchas, un territorio de miedo y de desconocimiento. Ante los ojos ingenuos y con los saberes basados en la enciclopedia pornográfica de entonces, liderada por Ginger y Emanuelle, se erigía el cuerpo de los hombres como una amenaza que una esperaba con ansias pero que su disfrute la lanzaría a la  etiqueta de la más suripanta de las casquivanas. Adicionalmente se decía que dolía, era un dolor de muerte que implicaba sangre, por lo menos eso se narraba en Crónica de una muerte anunciada y en las novelas de damas caidas en deshonor. La cosa era una epopeya que muchas solucionaban con tequimon o aguardiente, eso que dama ni que nada, después del tercer trago todo entra. Para otras y me incluyo en ese grupo la cosa era de una necesaria valentía, un momento liminal para ser mujer porque estaba harta de ser una niña y entonces "a lo que vinimos vamos". Otras tantas tenían en la lista perder la virginidad como hacer parapente o ir al concierto de Alanis Morrisette. 

Muy pocas sabían las consecuencias que podría tener el ratito.  Porque no había relación entre ese muchachito de olores deliciosos y ojos perfectos y la venerea de la clase de comportamiento, no había identificación entre la lastimera asesina de "un grito en el silencio" y una, que era una muchachita lozana y feliz. Por ahí se colaba la sacralizacion del cuerpo y el mito de la desnudez ¿que dirá pablito cuando me quite el wonder bra y se decubra mi 32 a? cosas de ese estilo, tan cotidiano por aquellos días. Así que durante mucho tiempo uno no se enteraba que el embarazo le podía pasar a una aunque en teoría fuera más claro que el agua, aún así, la única consecuencia podría ser esa, no el VIH ni una ITS bien puesta y es que claro, uno veía el panorama tan bello, tan limpio y tan deli que muy poco podría parecer la gonorrea sifilochancrosa del libro. 
 

En cualquier caso con el tiempo aprendimos que eso pasaba y el condón nos salvó la vida. Sin embargo la sexualidad sigue siendo un claroscuro con todo y su batería de perversiones. Me pregunto cuándo saldremos del oscurantismo y entenderemos que es parte de la vida, que podemos ver porno sin ser putas, que las putas son mujeres con agencia, que la agencia es decidir cómo, cuándo y con quién estamos, que a las que decidimos hacer con nuestro cuerpo lo que nos de la gana en una lógica de respeto y autocuidado no deben ponernos el crudo estigma de la perra ni relacionarse con nosotras solo en clave de seducción, porque es que no nos acostamos con todos, sino con quien queremos y esos pertenecen a otra de las claves más misteriosas de las mujeres: "el deseo".

La gente critica que el sexo está en todas partes, pero está sin estar, está como un mensaje ambiguo, raro. No nos entrenan para el consenso, para decir que no a lo que no nos gusta y si volvernos máquinas sexuales donde los hombres depositan sus miserias. A ellos los enseñaron a ser los poshumanos que no podían ser ni impotentes ni románticos, o sólo en casos excepcionales. ¡Cuanta estúpidez nos podemos inventar! hay días que ellos no tienen ganas, hay días en que ellas quieren hacerlo ocho veces por lo menos. 

Y nosotras, cuándo podremos dejar de autocosificarnos y  permitir esas seducciones, esos chistes, esas maneras de aproximarse a nuestro poderoso vortex como si fuera lo único que nos define. Y sin embargo yo sigo pensando que nos faltan más que espejos y dinámicas de grupo para conocernos. Las mujeres y los hombres abandonamos el instinto y en cambio, instalamos el deseo en las trayectoria de cada una con sus múltiples significados. Hacer que ese espacio sea un espacio de goce y de respeto, es una de las tareas más duras de las microinsurrecciones, pero que se enteren, no somos helechos asexuados, somos humanas con todo y el potencial para hacer del sexo, un estallido de vida y de conciencia. 







Comments

antimetaria said…
A. También yo sufri ese video sobre el aborto (colegio de curas)
B. Ese arrancarle a uno de la cercania (fisica y no) de sus iguales del otro sexo me hace pensar en
1. Qué modo tan tosco y a la vez sutil de negar la existencia de lo homo
2. Que resulta dificil no establecer vinculo causal entre esta actitud y la desconfianza mutua que se nos inculca. Sin esto, resulta dificil imaginar como Freud hubiese imaginado su Edipo.
3. Quiza sea un modo muy eficaz de crear un espacio para las "industrias" implicadas; al fin y al cabo, el sexo hace mucho que devino cuestion de Estado...
Un placer leerte
Anonymous said…
Los helechos tampoco son asexuados.
AutumninLondon said…
Hola Liz, descubrí tu blog de casualidad buscando información sobre Leonora Carrington. Me parecen muy inteligentes tus observaciones y comentarios en los posts. Por favor, no dejes de escribir!
Yo creo que los géneros, y los comportamientos que se esperan de uno u otro, son una construcción social, y esto afecta mucho los comportamientos sexuales y de todo tipo tanto de hombres como mujeres. Se juzga a las mujeres duramente, en Sudamérica, pero aun peor en otras partes del mundo, cuando ejercen su libertad sexual porque es una manera de opresión, de ejercer poder sobres ellas. La búsqueda de la libertad, ya sea sexual, o de forma de vida, es mucho más dura para la mujer que para el hombre. Mujer y libertad son dos conceptos que raramente se conjugan con fluidez, y solo en muy pocas sociedades del mundo se llega a alcanzar de la forma en que la alcanzan los hombres.

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