Pam: Los espejos


Francis odia los espejos, esto no parece ninguna novedad para un adolescente de clase media, al contrario pareciera ser una norma, pero fue su odio al reflejo el que enseñó a Pam qué significaba la palabra complejo y la palabra bello.  El día en que Pam y Francis se encontraron él estaba sentado en un rincón rodeado de hombres y ella venía en la bicicleta pedaleando sin tocar la silla, en una armonía de freestyle muy sexy chic, tenía el vestido denominado por las chicas de entonces "cryin'" a lo Alicia Silverstone en el video de Aerosmith,  unos converse azules pero sólo eran imitación porque la economía familiar moría en la universidad de Camilo. Desde esos tiempos Pam había descubierto una fascinación por el género masculino,  no se trataba sólo de deseo, sino que la atraían los misterios irresueltos de las miradas de los chicos... le gustaba cazar olores y a todos los saludaba tan cerca para poder clavar su nariz hasta la nuca y aspirarlos como se aspiran los espirales de cocaine que le recordaban a Pam, los cuentos de Gabi... círculos eternos de cocaína que ella juraba haber metido en un bar del centro. 

A Pam le va la soledad, aunque a decir verdad tenga muchos amigos y sólo en una ocasión le hayan roto su baby sweet heart. Pero ahí está Pamela cazadora de feromonas y qué mejor que un grupo de quinceañeros, para ella que ya va para 17, como dicen las malas lenguas, 17 bien besados y bebidos años. Francis jura que no existe, él cree que es un punto ciego en la galaxia, pero si a Pam le gusta algo son los agujeros de gusano y lo primero que ve es a Francis modo soy una mierda y simplemente no soy.  Minuto cinco se baja de la cicla, minuto 4:59 camina hasta él, minuto 4:58 le quita su gorra, minuto 4:56 se la pone en su cabeza y practica esa vieja manía de meterse un bombombum en la boca.  minuto 4:55 -Oe el parche- dice con esa sonrisa que después para Francis será una prueba más de que Pam está hecha de colores.

Francis. Colegio masculino que se respete tiene un dealer y este tiene mucho que decir y demasiado que contar, ha descubierto una maravillosa cadena de distribución de porno, sí, fast food para las soledades adolescentes de los años 90. Para los hombres desde Tinto Brass hasta Ginger, el primer plano del algoritmo teta, mamada, y penetración, es la isla lúbrica de las ansiedades, agarrar el placer por las manos, morirse todo con ese grito de desespero de quien no sabe que más hacer con esa humanidad, no nos digamos mentiras las chicas hacían lo mismo pero eso es harina de otro costal y con variaciones que incluyen hardcore del más dark. Francis tiene lo suyo, porque además ha diversificado el negocio, su obsesión por el hentai ha aterrizado en cómics que valen oro puro y que además de ser material para los sublimes onanistas también sirve para gastarle una pola a una niña desprevenida o a un par de amigos. Todo eso haría de nuestro Francis un increíble negociante de la industria del entretenimiento pero aún así, se esconde en el black metal y en su certeza de ser un gordito más que vende porno.

Quienes no conocen a Pam se quedan estupefactos cuando le quita la gorra a Francis, pero la mitad del parche ya la conoce, es una de esas niñas que se creen niñas - niño y que en su remedo se ven estúpidamente dulces y maravillosamente tiernas, sí, también se sabe que Pam tiene unos daddy issues que la hacen meter trompadas, morder incautos y deshacerse de la rabia a punta de golpes contra las paredes, un pogo más, una nariz reventada, un mordisco, la liberación de tanta violencia guardada en su corazón como un diamante precioso, el diamante de -no me vayas a joder cabrón, soy bastante mala, la mera maldá- pero en la realidad Francis en el minuto 4:54 se mira al espejo, ese espejo es la risa de Pam, la puta risa de Pam, los ojos perdidos de Francis, el fokin reflejo. Cuidado, que se ahogan.

Esto no es una historia de amor, contrario a lo que pueda parecer. Es porque a Pam en ese momento le gusta uno de los rich boys que conoció en una audición para una banda, uno de esos con ortodoncia perfecta y un escudo que dice GM en el blazer del uniforme, Pam ya ha pasado por una intensa bluyinada que le asegura el fin de su virginidad y Francis está intentando olvidar a Lottie, la chica del sí y del no, un tesoro que lo desarma con dos besos y lo hace aullar en las noches de insomnio. Para resumir a Pam le gustan los niños malos y a Francis las shit girls, y como los aquí narrados son un par de teletubbies, unos como el mismo Francis dijera, papagayos intentando disfrazarse de chulos, no hay momento más que para una especie de enamoramiento del reflejo de ellos mismos, de lo mejor que ninguno de los dos puede alcanzar a ver dentro de sus perturbadas almitas.

-Pame este es Francis, el man del que le hable, el que hace las historias de hentai-  Pam le devuelve la gorra -a mi también me gusta el porno y tengo un afiche de Emanuelle debajo de mi cama, en las noches me meto debajo de ella con una linterna, la alumbro y pienso que soda ser Emanuelle- le dice todavía sonriendo. Risa nerviosa de todos los hombres, la escandalosa y dulcísima Pame.  Francis alcanza a pensar que se ha inventado a Pam y ella piensa que él es tan pequeño y tan sublime que jamás podrían hacerse daño. Pam está metida dentro de un frasco, en el minuto 1:00 ya le ha contado a Francis que confiesa que le gustó Andrés Calamaro desde su primera comunión, que su primer beso fue detrás de la puerta de la cocina, que ese rich boy es un demente que le gusta y le gusta mal y que se le perdió recientemente un gato que por noticias de Mariatere, ha muerto envenenado cuando pensaban purgarlo. 

Es duro mirarse al espejo, los 17 años, emblemático 1998 en que Pame es enviada al exterior a aprender inglés. después de ese día Francis entra en un tiempo de ermitaño, no duerme, solo lee a Deleuze y escudriña en Freud todo lo que no puede explicar con las palabras. Pame siente que se equivoca, ha permanecido dos noches con sus días en la casa de Miami del rich boy, lo ha recorrido todo y se siente poderosa, sin culpa pero insomne y demacrada, así que decide sentarse a pintar. Seamos sinceros, los astros están al revés, Pame dibuja como un niño de tres años y Francis no puede escribir las emociones. Una noche después de un año se resolverá todo. Usted coge toda la 19 y se baja en la 19 con quinta, camine dos cuadras más y encontrará a Francis que no sabe bailar, lo verá detenerse a contemplar a Pam bailando sola... ella se acerca y le grita -entonces, que dice el artista- así son los reflejos. 

Noche sobrenatural, ella no quiere enseñarle a bailar, dice que su gato bailaba con ella pero que tenía una oreja rota. Pame no para de hablar y tanto habla en un soliloquio que de repente deviene el silencio, silencio de ambos en medio de la madrugada, un silencio de vía láctea. Pame quiere llorar -sabes Francis, soñé con una perra, una hermosa perra dorada y vi como un tío y mi papá la apaleaban hasta matarla- y Francis se acerca un poco más a ella -y luego apareció hermoso from heaven aquel gato perdido y pensé poder recuperar el espíritu de la perra dorada- le dijo. Francis todo lo entiende y comienza a pintar a Pam mientras le cuenta de Lottie, de los trips, de las noches desenfrenadas en que no estuvieron juntos y tuvieron que andar cada uno por su lado, minuto 0:00 Pam le dice que quiere ser escritora, Francis le responde que ha conseguido un taller, en el equipo suena un viejo metal.  










Comments

Antiesperanzo said…
No tengo casa.

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