Pam: los primeros besos

Que grosero, cantaban las ultrasónicas en la radio pirata de Manuel, un canal comunitario que se extendía por toda Ciudad Kennedy,  Jessy cantaba con cadencia -que grosero, que bruto y que grosero, eso tengo por llevarme con patanes como tu, vales madre, vales verga, en algunas condiciones, yo me enredo con cualquiera- en menos de una hora, el himno de las rockers mexicanas inundaba cinco cuadras de Mandalay y claro, la casita de la enredadera, comando central del grunge de los 90, oficina institucional del comercio de casettes y de discos traídos como pan caliente desde el Omni 19, un conjunto de locales que gracias a Saúl escucharon a los talking Heads en ese trópico, esa república banana, les estoy hablando de la casa de Lucrecia Caballero, alias, Pam.  Con la mente suspendida en el aire, en algún lugar perdido de la memoria, Pam pensó que había tenido una epifanía musical… se había hecho la luz y decidió agarrar ese teléfono rojo de la ITT para llamar a Gabriela. 

Gabriela. Chica suicida, de todo el parche es la más guapa pero también la más depresiva, desde los 13 años en los que perdió la virginidad de su boca, no ha habido un sólo día en que no sufra por amor. A todas las muchachitas les rompen el corazón pero Gabriela es especialista en que le rompan algo más que el alma, una cosa es que a los 17 años uno tenga un historial de noviazgos efímeros, otra es que tenga encima un novio al que lo desaparecieron por limpieza social,  un skater que la golpeaba en medio de la calle y Martín.  Siempre viste de negro, uñas negras, ojos pintados de negros, blusa de terciopelo negro, tetas redondas, piernas largas, blanca, pelo rubio natural, cero tinturas, siempre punteras, boca pintada de morado.  Su papá es así como un esmeraldero que tiene demasiadas lucas como para comprar la casa más grande del barrio y mantener encerrada a Gabriela. 

Todo comenzó en 1993, fue la misma época en que Gabi y Pam se conocieron. Ella estaba caminando por la 27 sur y Pam la vio por la ventana. Esa tarde de noviembre, Pam fue a comprar la leche del desayuno y en la panadería de los Gamboa vio un parche de manes, todos hablando de las viejas buenas del barrio, de a quién le harían la vuelta. Pam levantó su mano y Richard fue el primero que la vio -oe Pame- le gritaron y ella se sonrío pidiendo el cambio. Se sentó y le pidieron una pony malta y Richard la abrazó, Rodrigo le clavó los ojos a Pam, Richard se río -que ternura, los chiquitos del parche haciéndose ojitos- vea Rodri, esta es Pame la hermana de Camilo, igual de loca y friki a usted, las risas se interrumpieron cuando entró Eduard,  chaqueta de cuero, pantalón apretado tilín tilín tilín detectando un bad boy. -¿Quién es la mona?-  dijo encendiendo un cigarro como puro clichesito barato, Richard se río con malicia -Es Gabriela Santa, es intocable, el papá tiene negocios… una muchachita, tendrá 14- Eduard miró a Pam -¿cuántos años tenés vos pelada?-  Pam se paró y le quitó el cigarro, -13 le dijo-  lo tiró y se fue con la leche. 

Dos noches pasaron hasta que Pam en la ventana volvió a ver a Gabriela, eran las ocho de la noche, como olvidarlo, Gabi se abrazaba el estómago con ambas manos y le escurrían las lágrimas, casi temblaba y Pame no pudo evitarlo, bajo las escaleras como una gacela, vio en la esquina a Gabriela con una falda cortita, medias hasta el muslo, un conjunto verde que la hacía ver más linda que nunca -hola chica, no llores- le gritó mientras la alcanzaba, Gabriela paró -ese man, Eduard, el caleño, me dijo que yo era hermosa y que le diera un beso y que éramos novios, me dio el beso en el parque de pepos, me subió la mano por la blusa y yo me quité, luego me dijo que me esperaba a las siete en la cancha para presentarme, ahí llegué y mire, yo, yo lo iba a abrazar y se quitó, me preguntó ¿cierto pelada que te toqué las tetas? ¿cierto que somos novios? yo dije que si, que éramos novios, y luego le dijo a Richard - ahí tiene a la intocable, páseme mi botella de aguardiente- Sí, Eduard había ganado una apuesta. 

Pam, sintió que la poseía esa  pandillera que siempre lleva en el corazón -¿están en la cancha? - preguntó y Gabriela afirmó con lagrimones. El pique que se pegó Pámela, fue poco, se le abalanzó a Eduard como una demente, le mordió una oreja, le arañó la cara y Richard la agarró mientras lanzaba patadas, en eso Camilo 20 años, cuerpo atlético, mientras hacía lances de baloncesto vio a lo lejos las piernas de su hermana y su vestidito a lo Alicia silverstone en Amazing.  Otro piqué y vemos al parche de Camilo echando pata y puño. Justicia divina, Gabriela vengada a lo colombiano. Pamela se había ganado a una de sus mejores amigas de la vida y la fama de resolver las injusticias masculinas a punta de coñazos y Gabi Santa, después de ese día, de su primer maldito beso,  se comenzó a vestir de negro y a meter una grosería en cada frase, ella,  una chica dura que sueña con una moto y con ver a Iron Maiden en vivo.

Pamela. Nuestra adorada melómana, producto de lo que denominaría su madre, un descuido en una finca en las fiestas de diciembre, amada hasta la saciedad en su familia, tanto como para ser una fokin narcisista capaz de romper el más delicado de los corazones. Es hija del contador, por lo tanto recibe visitas varias en su casa cada vez que llegan las temporadas de impuestos y declaraciones. Jueves, hace un sol radiante, Pam está viendo con detenimiento si le ha salido una horquilla en su pelo largo. Entra el padre, entra detrás de él una señora de cartera roja, entra detrás un muchachito de ojos verdes y de boca roja. Pam, shorts ¡en Bogotá! Padre mira molesto, Pam saluda, -buenas tardes señora, hola- le dice al chico moviendo su mano. Se queda en la cocina escuchando los movimientos, ve al padre ir por café, sirve el café, padre no puede creerlo, chico por presión de la escena decide llevar los platos a la cocina, padre y madre del chico piensan que qué belleza de hijos con buenas maneras han criado. Chico cruza la cocina, Pam se abalanza sobre él, lo besa apasionadamente, le sube las manos a sus tetas incipientes, se sube la camisa, le agarra la cabeza para que le bese los botoncitos rosa. Chico que no lo puede creer siempre buscara niñitas frikis e histéricas, Pam sube las escaleras. Jamás lo vuelve a ver, Pam queda obsesionada con chicos de ojos verdes y boquitas rojas. 

La epifanía de Pam tres años después del primer beso, tiene que ser comunicada con premura y llama a Gabi -oe Gabi, la pam-  Gabriela apenas susurra -qué más pelada, aquí fumándome un joint- Pámela hiperventilando -ponga la radio de Manu, está sonando un himno-  Gabriela se pega otro plom -¿vente en mi boca, chiquillo vente ya?- y Pam se ríe - ¡qué grosero Gabriela, qué grosero! - ambas se ríen a carcajadas y nombran ambas canciones como las oficiales de su vida. Pam solo quiere que Gabriela se deje de fijar en los psycho Killers y Gabi solo quiere que Pam ame por una vez en la vida. Así son las amigas, se saben las historias de los primeros besos y tienen soundtracks para cuando los tiempos se calman poderse reír en los teléfonos. 











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