Pare de Sufrir: los miedos de las mujeres


A nosotras que nos queremos tanto nos enseñan muchos miedos. Cuando somos pequeñas nos cuidan porque el mundo es duro e hizo que las niñas fueran el foco del francotirador de la violencia, como aves de rapiña los malos, se esconden en las calles con dulces y en las esquinas con abrigos, en los buses cuando se acercan demasiado e invaden ese maravilloso espacio vital de la dignidad. También se cuentan los piropos más guarros y vulgares, creyendo los malos que con eso son más hombres y nosotras nos sentimos deseadas. La calle era y es para nosotras un lugar de agresividades y claro, miedo... nosotras que nos queremos tanto tenemos esos temores bien documentados y argumentados. 


Pero el mundo no sólo nos llenó de esos miedos, también olvidamos que podíamos ser felices y que en esa batalla, tocaba, como dice mi adorada amiga de la Organización Femenina Popular: hacerle el amor al miedo.  Así me enrosqué al amanecer de hoy, me dio mi consabida tembladera al ver mi cama vacía, pensando que se me acababa el mundo porque a mis 32 no tenía los secretos de la vida y la muerte que te da la posibilidad de ser madre, tampoco la propiedad privada que te impone el capitalismo y menos el matrimonio exitoso que tanto persigue la iglesia católica. Soy una loser, pensé en medio de mi enredado pelo de pocos centímetros, una loser que no logra terminar su tesis de PHD.

Loser. La palabra mágica de nosotros los levantados en los años 90, esa década medio sosa que no prometía sino la frivolidad del plástico y del sintetizador. Pero con todo y que nos levantamos a punta de polimeros, nuestra vida seguía siendo de carne y hueso. Para esas señoritas invencibles había todo un régimen: logramos salir de casa al trabajo y eso nos exigió no sólo ser madres "las señoras de la casa" sino también las exitosas ejecutivas, científicas y humanistas, no contentos con eso, también debíamos ser bellas y para completar el cuadro, con un Super Man compañero de estas buenas amantes dispuestas a edificar el amor burgués de papá, mamá, bebé y casita en los suburbios. 

Todo lo contrario podía entenderse como una total Loser y heme aquí siendo ese dechado de valores perdedores adjudicados a la pobre nada porque no hay ni dios, ni patrón, ni marido, ni centro comercial que me haga feliz, también han pasado 10 años desde que no tengo televisor, pero según mis amigas del colegio, no vale porque tengo internet. Dejando atrás las nadas que contienen mi cotidiana y aburrida vida, quiero volver a la escena de las 9:00 a.m de hoy y mi consabida tembladera. Como pude fui reptando hasta el estante donde mi adorable madre adicta a la valeriana puso su happy frasquito de la evasión, tomé 20 gotitas en un poco de agua y puse alguna canción con gaitas colombianas que por cierto actúan como el mejor antidepresivo "no tomo prozac, escucho a Celso Piña".  

Luego asumí el día como toda una super woman de las coordilleras colombianas, trepadora como una cabra, altiva como la flor del maracuyá y así, rebelde y autosuperada como quien cree en los libros de Walter Rizzo. Luego dejé la pendejada de performar a la emprendedora y dejé que mí misma me llevara a donde quisiera ir y llegué a una calle llena de gente que me recordó todos los miedos de las mujeres, incluyendo el miedo al fracaso. Pensé entonces en que las mías no eran penas, pero que por si acaso había que agarrar ese miedo, usar con él dos vías: o lo encaraba con acento paisa y un cuchillo en la mano, o lo seducía hasta que se perdiera en mis curvitas y planicies, hasta que dejara de ser tan guevón y saliera todo guerrero, todo temerario, como un total valor. 

Lo vi reptando y comprendí que el miedo es lo más arrastrado que pueda haber, por esa razón uno termina llamando al novio treinta veces cuando le ha dicho que no lo llame, por eso uno sigue con los malos sin ver a los invisibles, por eso lo descalifica diciéndole a una "soy gorda, soy flaca, soy bruta, no puedo" en fin, esto no es terapia, para eso que lean a las viejas estas de los lobos, a las que aman demasiado o a la glotona industria mercachifle del sufrimiento humano que habla de quesos robados, curas y ferraris y nosequé más chicles. Lo único que quiero decir es que el miedo es como una cosa amorfa, fangosa, melcochuda y sombría y que la única manera es mirarlo a la luz y saber que cuando de tormentos emocionales se trata,  la mitad de ese miedo es pendejada cultural y la otra mitad, complejidad humana. ¿densa? mucho. 

Pendejada cultural eso de la super woman,  eso de estar poniéndonos a nosotras que nos queremos tanto, un montón de obstáculos y vendas para que terminemos pensando que es cierto. Insisto, quieren un libro de autosuperación lean una Habitación Propia de la Woolf. ¿Quieren rock and roll? quiten a la Hermana Laura, a Santa cualquiera y pongan en su altar a Lou Andreas Salomé. Yo  me di cuenta que cuando las mujeres de Barrancabermeja (un municipio golpeado por el paramilitarismo en Colombia) hablaban de acabar con el miedo, su lucha contra los señores de la guerra, nos servía también en nuestra vida amorosa y diaria,  tenía que ver con desenmascarar el montón de mentiras que nos echamos y nos enseñan para conservar la calma femenina y enmarañar el poder propio. Pero, ¿no es una sociedad de mujeres liberadas una sociedad más feliz, más próspera?

Sí, el mundo, la historia y los malos nos han golpeado mucho, pero todo consiste en un gesto. ¿cómo volvemos valor al miedo? mirándonos al espejo y contándonos la historia de muchachitas maravillosas que todavía creen en los fantasmas, hasta que un día ¡plap! nos damos cuenta que son solo cuentos de hadas. Los malos existen, contra ellos luchamos no desde verles como enemigos, sino entendiendo su complejidad humana, la falta de oportunidades que tuvieron, todos los libros que no se leyeron, todos los besos que no les dieron, todo lo duro que les ha tocado. Y aún así una mujer verdadera solo puede hacerle el amor al miedo a través de la dignidad y de su completud. Finalmente nosotras las que llaman Loser, solo vamos caminando a la par de las otras, abriendo trochas y caminos hacia el buen vivir, el bienestar de las que vienen atrás. Loser? ¡que va! lo que tengo son un par de piernas largas que me sostienen y me llevan a los destinos más insospechados, de exploradoras que se atreven a cambiar el sino y el destino, de eso quería hablar hoy.




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