Pam: Hurt

Voy a hacer un fukin ponche de pesares dijo Pam frente al toca discos. Pensó en The Smiths y la voz lastimera de Morrisey y luego se retractó -nada mejor para los dolores de cabeza que Beck- pero después de abrir el CD incluso pensó que no era suficiente. Lo que Pam necesitaba era la voz perdida y turbada de Portishead. Pesares era lo que cargaba Pam, después de ver que no le quedaba ni una uña de sus manos que no hubiese sido mordida, de ver que no había hecho la cama y que aún después de enterarse que había una mediana posibilidad queAlanis tocara en el Campín, no se hubiera tan siquiera inmutado. Se encogió en la cama only you y sentía un dolor que nacía exactamente detrás de las costillas.  Todo daba vueltas para Pam que no entendía eso de los pesares.

El dolor es una cuestión sencilla pensó Pam, es ese estado en el que nada funciona y sientes por primera vez que eres la profunda y devastadora nada. Pam conocedora del placer y de las buenas horas miró a su alrededor y acaso vio a Infeliz su perro,  detenido en el centro de la habitación. -Ay, me duele aquí - dijo ella dibujándose un corazón con rojo número 8 de labial mabellyne, rojo carmesí en su pecho,  bajándose un poquito el escote muy cerca de esa flor rosa de sus pezones vírgenes. -Por eso es que uno dibuja corazones Infeliz, porque el dolor se siente aquí- perro la miraba con sus ojos negros de vía láctea dormida y Pam lloraba, lloraba y gemía, con gemiditos tristes y cortos como quien no quiere que lo escuchen. 

Luego se sentó en el espejo y se habló, toda hecha baba y mocos y rimel corrido. -soy la queen of drama, soy una polilla llamada Molly adicta a la luz de los bombillos de 60 vatios, soy una muchachita abandonada por ese desamoroso y feo del Sergio- Infeliz haciendo su mejor trabajo intentó varias veces subirse en su regazo, lamer sin medida esos lagrimones gordos de Pame y acariciarla con su hocico para cambiar de ánimo, en esas estaba cuando a Pam le dieron ganas de salir corriendo. Como alma poseída, salió a la calle e Infeliz logró colarse por la orillita de los dos portones, la persiguió cinco cuadras y media, ahí Pam paró y se tiró cerca a un container de basura desgrarrándose el escote -¡me duele aquí!- gritaba mientras Infeliz miraba con la lengua afuera esa cara de grito y de angustia. 

Luego hubo silencio y se escucharon otros gritos,  los  de los muchachos en la copa Jim Morrison, intentando golear al contendor, -pásela Rafa- gritaba uno de ellos y el barrio eran pitos y berridos de masculinos en los 18 años. Pam se incorporó y siguió caminando, only you, y entonces Sally la abordó en la esquina. - Oe Pam - le gritó con una sonrisota y Pam se restregó los mocos por toda la mejilla y Sally la agarró por la cintura -qué me le fue, boquita de fresa- y consentida
por ese acuerdo entre mujeres, le dijo con el corazón que ya iba en carmín por el cuello: - Sergio se fue con otra- Sally con ojos de yordano y cabecita hacia un lado la agarró de la cintura -siempre nos quedará el porno Pámela- le dijo,  y Pam rompió a reírse y le lamió una mejilla, Sally se secó con cara de asco y levantó entre sus brazos a Infeliz, se fueron caminando ambas y Sally escuchó las historias de cómo Sergio había preferido intercambiarse el chicle con la bitch de la Victoria.

Pasaron tres meses en el post - doloratorio de Pam. Se sentaba en la ventana a cantar Radiohead y seguía dibujándose corazones cerquita a su pezón. No comía, no dormía, no la levantaban las horas de cantaleta de su madre psicóloga sobre cómo manejar el duelo . Pam,  se acostaba en la cama en horas continuas de insomnio y entendió que ya no podía consolarla el rock and roll, ni lucho metales, ni el concierto de policarpa y sus viciosas, ni patinar con Sally, ni ver a Ada fumando como Femme Fatale, ni Julián y sus bocatos de fresa, ni Manu y su cadencia roller, nada, nada y nada, a Lucre Caballero más conocida como Pam, se le murió un poquito el alma. 

Un día sin ningún precedente se la vio por la casa bajar en puntillas, con el pelo leonesco enredado y sus ojos hinchados, sin ojeras, en calazoncitos de puntitos verdes y rojos, bajar por las escaleras toda cachorrita arrepentida y huesuda. Se sentó en la mesa y espero a que por manos de la voluntad materna, aparecieran esos huevos con tocino, esa arepa jugosa y quesuda, ese chocolate santafereño que le hacía alborotar su bogotanidad y se dispuso a comer como condenada. Ese día se bañó durante una hora y se puso perfume, se colgó su uniforme azul y salió al sol del medio día con la tarea hecha. Comenzó a leer a Nietzsche, encontró por el camino a Lou Andreas Salomé, decían las malas lenguas que no era la misma. 

Infeliz la acompañó hasta la ruta y rogó que se diera cuenta que hace tres meses no lo bañaba y ya la madre miraba con desprecio sus lanas de orgulloso chandoso de clase media rola. Ella le besó una oreja -esta noche, te mimo, esta noche te acicalo y te pongo bien pinta- le dijo siguiendo su beso hacia la nariz. Y así, como si nada, Pam olvido a Sergio, con el olvido que deviene luego de un buen doloratorio. Sally al verla llegar al salón de clase se le agarró de la cintura de nuevo -¿ya no estás triste only you?- y Pamela la miró con dulzura -un poco todavía, decretemos que esa y sombras de la derecha sean la banda sonora de este desamor, ahora Sally vamos a cantar Nancy Sinatra- sonrío con risa de gato y Sally dio brinquitos en su mismo lugar  mientras le decía: - rock and roll y mary jane, bella Pam- todo esto esquivando los lamidos furtivos de una Pam survivor.








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