Camilo el Caminante

Camilo creció mirando la playa, entre los amores de una mujer con nombre de reina que lo cuidaba con mousse de chocolate. Nació en la ciudad, entre las populares baladas de Roberto Carlos, la arena y el café de su padre.  caminaba con buen ritmo, enamoraba muchachitas hermosas y aunque había una que lo llamaba y que le pedía a gritos que le hiciera  amores, como todo macho latino, la acariciaba solo un poco y le susurraba al oido, -Victoria, te quiero a penas, eres muy linda pero somos solo amigos-.  Un día Camilo se dio cuenta que había perdido un trozo de su corazón, se abrió la camisa y vio como había desaparecido de manera misteriosa la mitad de él. Sin ella,  no podía tan siquiera pasar un trago de agua, porque le faltaba un pedazo de tierra donde esa agua tuviera sentido. ¡voy a buscar la mitad de este corazón! dijo el hombre hermoso de los ojos moros.

Cuando Camilo decidió partir, Victoria se quedó llorando pero como nunca ha sido para ella el papel de la melodramática, se secó dos lágrimas y se puso a coquetearle a otros. Lo que pasó con Camilo sin embargo, fue una revolución de palabras y miradas, un designio de los dioses, una epifanía.  El mapa le orientó hacia los Andes.  El húmedo sopor de la selva boliviana lo abrazo, le cambió el olor de playa por el de monte, Camilo - oso;  Camilo - puma ; Camilo - mono; Camilo - tierra; Camilo descubrió el poder majestuoso de la naturaleza, la Gaia que lo endulzaba, le arrancaba besos y noches de sudores amándola. 

Por el camino se abrieron las puertas de los pueblos y le hablaron hombres milenarios al lado de poderosas montañas, para contarle historias de otros tiempos cuando no se llamaban América Latina sino Tawantinsuyu.  La gente de los imponentes andes le bendijo con las aguas dulces de lagos, le entregó un machete y Camilo caminante, se fue abriendo la trocha como los colonos de antes, buscando un camino que lo llevara a un lugar donde encontrar el corazón que se le había perdido.

Atravesó el sendero, bebió la chicha de Otavalo, bailó un tinku guerrero, rompieron sus pies cascadas y valles, sierras y montañas hasta subir un poco más por el Ecuador hacia quien dijera es la tierra de nadie, esa que se levanta entre el mar caribe y el pacífico, la de las sierras nevadas, las de las mujeres de ojos indios y caderas negras, la exuberante Colombia. Cuando Camilo llegó allí las mujeres que son las guías de los caminantes le hicieron bailar después de contarle historias de expolios y de dolores ¡doralegría! dijo Camilo pensando en estas hembras llenas de fuerza que sabían denunciar lo que no estaba bien pero que cambiaban las sendas oscuras de la tristeza por la liberación del baile. 

Fue allí donde Camilo conoció a María Piendamó y se enamoró perdidamente de ella, hicieron el amor en medio de los vientos indígenas, se perdió en sus ojos milenarios, se la bebió toda y ella, lo abrazo tanto, tanto que Camilo creyó que ya no podía salir de sus brazos indios. - Bébame, penétreme, tómeme, toda suya Camilo- le decía María. Y aún así cuando pasaba el amor, ella se tomaba el pelo entre las manos y desenredándolo le contaba cómo los señores de la guerra habían acabado con los días de fiesta y chicha, de tejido y de chacra, de cosecha y de niños corriendo por la tierra, libres y vestidos de colores. Camilo escuchaba y la tomaba desnuda en su pecho. María pasó cien noches contándole cómo era que su pueblo 519 años atrás había sido olvidado por las oligarquías y por los deseos desmedidos de la enfermedad blanca, la ambición.

Camilo quería quedarse con María, pero así son los amores contrariados, los separa el inevitable destino de la distancia. -Tengo que seguir buscando este pedazo de corazón que se me perdió- dijo Camilo, María desde el chinchorro se levantó y le besó la frente - pero sólo es una esquina, mire- le dijo señalándole el pecho... Camilo se dio cuenta que acaso ya tenía su corazón entero, sólo una esquina hacía falta, se dio cuenta que en él habían florecido  millones de orquideas pequeñitas, María arrancó una y se la puso en el pelo, después le dijo -usted lo que tiene es mucho corazón- y le sonrío. Camilo le señaló la mejilla para que le diera un beso y luego la otra. 

Tomó su mochila y miró atrás a María que se quedó en la puerta de la casa con la flor en el pelo viendo como se alejaba. El lado mar de Camilo comenzó a palpitar arrastrándolo de nuevo a su origen, extraba a Victoria y su cara de mujer bonita, extrañaba su olor, la comisura de sus labios, besarla un poco más, añoró a Victoria y pensó que ella tenía la esquina del corazón que le hacía falta. 

Cuando regresó ya no era un niño, tenía los ojos del caminante que hace caminos, las manos de hombre que ha abrazado muchas cinturas, el pensamiento que guardó como tesoro las historias de hombres y mujeres, los pies cansados. Camilo llegó cantando un samba para Victoria y ella lo amó sin renconres, a la mañana siguiente él preguntó - ¿Vitorinha acaso tienes la esquina de mi corazón?- ella un poco asombrada le dijo, - ¡si todo tu lado mar me pertenece!- Camilo la abrazó y vieron como amanecía. 

María al otro lado del continente, se preparó para el inti Raymi, hizo un café y se dispuso a hacer las arepas mientras conservó un pedazo de corazón de un caminante, lo guardó para asegurar que volviera a sus tierras y lloviera con salsas y cumbias. Lo mandó en un sobre a Barranquilla donde su mejor amiga y le escribió a ella - guarde esta esquina de corazón de amador, este hombre merece enamorarse de la resistencia caribe- Su amiga lo colgó  al lado de las caracolas que recogía del mar.






Comments

Anonymous said…
http://www.youtube.com/watch?v=0I1yVCImHyo

Suspiros de gomitas de ositos

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