Pare de Sufrir: las histéricas somos lo máximo

Pero la histeria es el grito de guerra de las mujeres, lo siento como que en un entorno totalmente hostil una por instinto de conservación tiene que defenderse y como nunca nos dejaron ni nos enseñaron a negociar pues es más fácil pegar un berrido psicodélico, acompañado de un diluvio de lágrimas o vomitar como anoréxica para intentar dejar la vida vacía y botar eso que no se está digiriendo, o enfermarse de gripas, rinitis, escalofríos o tembladera. Empecé a observar con detenimiento por qué las mujeres se ponían histéricas y me di cuenta que al menos en mi entorno yo también respondería igual, a mis amigas se les dobló el trabajo desde que nos emancipamos porque ahora cuidamos niños, somos esposas y también trabajamos y en esa corredera diaria, ese venga y vaya pues explotamos histéricamente convirtiéndonos en la loca de las naranjas, en violencia Rivas o en Rosario Tijeras.
Otra forma de histeria es la entrega dulce a la tragedia y no por ver telenovelas aunque también, sino porque la tragedia viene siendo la parte constitutiva de la histérica, sólo eres feliz si logras volver tu vida una pesadilla porque así lograrás compensar tu papel de víctima o tu necesidad de afecto. Sí, "histeriquiar" (gracias Diana B por aportarle tanto a este blog) inventándose problemas es un clásico además adjudicado a la cultura colombiana. Un periodo de paz y tranquilidad sería leído como el trauma cotidiano del aburrimiento. No, a la histérica le gusta el rock and roll, la comedia trágica, el desenlace dramático que incluye lágrimas, babas y nomedejes y siempre pasará lo mismo y todos conspiran contra mi dulce ser, love kills señores y señoras. Ay, somos unas hermosas actrices de teleserie pero ¡ya!
Debo confesar que hay un tipo de histéricas que me gustan, por lo que generan y por los batallones de damnificados -que yo sin ser psicóloga- atiendo a diario en mi consultorio amoroso para hombres buenos. Es la femme fatal, esas mujeres que tanto dicen -no es que sea bonita, pero tiene un algo...- sí, es histérica, ahí tiene su algo. Entonces son esas mujeres que se remangan la camisa pero lo hacen con un ritual tal, que se relacionan en clave de seducción, sí, son los mejores polvos, sirven de florero porque nadie las va a dejar de mirar y muchos se enamorarán perdidamente creyendo que ella es la mujer de sus vidas -rogad al cielo que no- eso es mejor ver y no tocar. Pero las lady heroine (por lo adictivas) son mujeres increíbles, aman pero... se la sufren.
Otra histérica que abunda en el platanal es la ambigua, te dice que sí, te dice que no. Son reinas del besito andeniado y del piropo, tienen novio por lo regular, pero su afán de estar siendo admiradas las convierte en un caldo de cultivo de gañanes y maltratadores, les gusta el like, la selfie, el reconocimiento virtual. Les encanta friendzonar para tener un discipulado que les dira que son guapas, valiosas, amables. Esta histérica experta en la producción de arrocitos en bajo sabe muy bien como manipular para no perder presa pero cuando le toca ponerse seria, dice que ella no es de ese tipo, que se vaya a dormir a la casa o lo invita a plan con novio. Sí, las ambiguas, más conocidas en este blog como las chicas sí y no.
Que le estoy dando duro a la histeria, no, de ninguna manera, todas las fugas histéricas son gritos o de defensa, de desesperanza, de algo roto que no se une o de una capacidad artística y sensible desmedida. Peleo con el DSM un libro que nombra trastornos y etiqueta, porque gracias a esos desarrollos, las mujeres seguimos siendo trivializadas y trivializada nuestra opresión ¡compañeras! je je je. La histeria es seria pero es uno de los engranajes que hemos utilizado contra la dominación y se trata principalmente de no comprender el cuerpo, el placer o el dolor. Nos hemos olvidado tanto de las emociones y ahí donde todo parece pegajoso y denso, ahí puede haber más respuesta que en los tratados estigmatizantes.
Dulce una de mis amigas, dice que debemos hacer las paces con la histérica, esto significa que nos reconciliemos con esa mujer dramática y sensible, oprimida y medio fracturada, es que nos damos muy duro, nos etiquetamos, nos autoaislamos en el dolor y pues con eso nos llevamos por delante a toda la gente que amamos. Pero piense en ese momento selfie, en ese grito herido de nomedejes, en las veces en que nuestras amigas nos dijeron que éramos privilegiadas, que lo teníamos todo y seguíamos quejándonos, para darnos cuenta de que algunas heridas nos definen: el amor ambiguo, los dolores del pasado, la culpa y la culpa de sentirse y estar bien. Aquí vinimos a gozarla sin ser teletubbies decerebrados y sin emociones tan necesarias como la rabia o la tristeza, aquí debemos cuidar a nuestra histérica y decirle -fresca hermana, nos vamos sanando- antes de proceder al histeriqueo.
Gracias a los desarrollos psicoanalíticos hoy sabemos que la histeria no es un mal de las mujeres, afecta también al hombre y en mi humilde opinión, estamos en subienda de histéricos. Al final este mundo no sería el mismo sin los desbordamientos humanos, desbordarse está bien, luego la tierra nutrida y con bastante agua, inevitablemente florece, es que aquí gústele a quien le guste, siempre sale el sol (no sea dramática siempre sale el sol). Con el tiempo comprenderemos cuándo emerge nuestra histérica, cuándo nos lleva al impulso frenético de la tragedia o a la vida movida por la tensión sexual y la seducción y es ahí cuando nos reímos de nosotras mismas al ver el nivel de histeriqueo al que hemos llegado, con el tiempo nos reconocemos y es más lindo mirarse al espejo.
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