El Monstruo y La Doncella


Soy un puñado de contradicciones. Iba por un camino de conocimiento, de ver las posibilidades y las limitaciones. Pretendí comprenderlo todo, encontrar la esencia de la feminidad y de la autonomía. Me equivocaba. Mi oscuridad ya no me aterra y puedo verla a los ojos, muerta del miedo pero con una extraña valentía, con esa emoción que te dice que algo está ocurriendo de un mal modo, que no hay manera de encontrarse sino de perderse.

No quería ver al monstruo que llevaba adentro, no quería ver a la feminista sistemáticamente maltratada y luego revanchista y vengadora. No quería ver las dos caras de la moneda. Por el camino me crucé con un par de buenos parceros que me sostuvieron personal y virtualmente ese vómito que me produjo la contradicción y la guerra conmigo misma. No quería ver a la libertaria que buscaba su autonomía pero que controlaba y sufría, pero también en el camino de su libertad, minaba, dañaba, perseguía. Y sin embargo, después de una jornada de intensos dolores físicos y emocionales, logré mirarme con un poco más de valentía y lo que encontré no fue esa mujer avasalladora y posesiva, víctima y doliente.

Lo que esta noche encontré fue a una mujer que está conectada con la vida y con la posibilidad de existir de una manera más ética y respetuosa consigo misma. Se de qué va el maltrato de género, pero no sabía de qué iba la violencia hacia uno, que como toda violencia produce un ciclo interminable, sufriente, decadente. Es fácil cuando uno no se ama, terminar aceptando los silencios del esposo inaccesible, los golpes del novio celoso,  las palabras mordaces del amado, las infidelidades del amor quimérico. Todo el daño será poco para quien no se ama, porque permanentemente busca sponsors que hagan de su vida una tragedia que se vende por pequeñas migajas, por tardes de leer a Bolaño, por noches enteras de baile, por un té y un cómo estás, por mil poemas, dulces regalos y tiquetes al desierto.

Sin embargo no existe una sola manera de acabar con la desdicha si uno mismo no se mira al espejo y se aferra no a la monstruosidad de lo oscuro, no a la inocencia de la luz, sino a la fortaleza y complejidad del claroscuro. Pero incluso he pensado que mi vida ahora se asemeja a un caleidoscopio, que por las posibilidades de esa luz y esa sombra, logra siempre manifestarse de formas nuevas, llenas de colores, grises por momentos, luminosas por temporadas.  Quise buscar mis respuestas en la memoria, quería totalidad de luz, plenitud en esos saberes, pero hoy descubrí que no es necesario.

Quizá lo necesario sea amar esa imperfección, esas contradicciones. Hoy mientras buscaba algo en el piso de mi carro, encontré una carta del tarot: la sacerdotisa. Recordé que la tenía gracias a una maravillosa obra del Teatro de los Sentidos. A la entrada del laberinto, una actriz me preguntó en qué estado de la vida estaba, le respondí que frente a múltiples caminos. Me regaló la carta y me dijo: Una sacerdotisa viajó a una gran gruta para conocer una biblioteca, en ella encontró muchos libros. Unos hablaban del dolor, otros de la risa, algunos libros estaban hechos de huesos. Una anciana se acercó a la sacerdotisa y vaticinó – estás aquí para escribir tu propio libro- . Hoy cuando encontré la carta del tarot, pensé que llegó el momento de dejar de decir mentiras y lograr esa articulación casi imposible entre lo que se habla y lo que se hace. Una verdadera feminista se permite equivocarse, perder, fracasar. Pero si después de reconocer que algo o alguien le produce daño o que incluso ella misma es el claroscuro de la víctima-victimario, no se retira, entonces si estará fallando. En cambio, debe emprender un viaje y llenarse de una fe inmarcesible en su valía, en su completitud, en el poder mágico del caleidoscopio.  Mea culpa si llego a obviar lo que hoy es una suerte de epifanía para mi espejo de sacerdotisa y para mi humanidad que sólo busca comprenderse en este pequeño y adorado “querido diario”.

Propongo "una epojé"  y no un proceso de "rehab" para las incoherentes. Objeto que demasiado se ha dicho sobre el monstruo y sobre la doncella. En cambio la experiencia de las mujeres que logran un poco de ética consigo mismas y se despojan de la pesadilla de ser mal amadas, de eso se ha hablado menos. Entonces Mea Culpa si olvido aquello que vibra en múltiples colores y grises, mea culpa si no dejo ir y no acepto la gran oportunidad de ser feliz conmigo.... si por dentro se planta amor, inevitablemente el afuera será pura vida. 





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