Manifiesto de mis poderosos ovarios




Hoy quiero contarme bien la historia, puedo no ser una víctima, sino una muchacha feliz y plena, no quiero contarle a mis hijos una historia de sufrimiento por esto: 

Hoy quiero que se reconozca el trabajo de las mujeres en el hogar, que se reconozca es que empiece a haber  una distribución real del trabajo de crianza de los hijxs y de las tareas de la casa.

Hoy quiero que me respeten, no me juzguen por cómo me visto ni me llamen provocadora.

No me hagan una víctima ni quieran hacer de mi cuerpo un sagrario que sólo se santifica con la maternidad.

No quiero que me pongan en un mundo limitado que dice que hay malas y buenas, que las malas son putas y las buenas son como la virgen María: callan y soportan estoicamente.

No quiero ganar menos que un hombre ni que a mis compañeros les digan doctores o profesores y a mi Lizita. No quiero sus diminutivos ni sus infantilismos.

No quiero que se relacionen conmigo en clave sexual y que me piensen sólo desde la seducción como si fuera la única dimensión de mi vida.

No quiero que existan malos tratos para mí sólo por la condición de ser mujer, no quiero más metáforas como la mujer es una rosa y bla bla bla, quiero acciones, acciones en igualdad.

No quiero que me digan que sólo soy a través de otros: hijos, esposos, padres, hijas… familia.

No quiero el sacrificio, ni el sufrimiento,  ni el dolor como forma de amor. No quiero controlar a mi compañero, ni quiero que me controle, no quiero depender emocionalmente de él, no quiero cambiarlo.  

No quiero que me llenen de regalos o que impongan roles como El hombre trabaja y la mujer cocina y cuida en la casa.

No quiero que en búsqueda de luchar la igualdad tenga que masculinizarme, quiero que si alguna lo decide sea en su autonomía, pero que no tenga que portarme como un hombre sino que pueda desplegar todo mi ser femenino el mío, el propio.

No quiero que me castiguen, ni que me llamen culpable. Quiero tener la madurez para asumir mis actos y la responsabilidad en ellos.

No quiero ejercer  daño a ninguna persona, no quiero maltratar a los hombres (y a las otras mujeres) ni reproducir sus violencias y abusos de poder.

No quiero amores basados en el costo/beneficio como si del mercado se tratara, no quiero relaciones utilitaristas ni explotadoras.  No quiero ver en los hombres un instrumento para reproducirme o ascender económicamente, ellos no son objetos.

No quiero que me subvaloren y traten de engañarme con promesas. No creo en los príncipes azules, en los hombres ideales, en la media naranja o en el hombre de la vida. Creo en compañeros que construyen proyectos y deciden en justicia e igualdad.

No quiero celebrar este día, no quiero globos ni flores ni compasión e idealización barata de la feminidad. Todos los días quiero que se abran más espacios para las mujeres y que en la vida cotidiana se detengan las violencias invisibles, que no queremos ver.

Quiero que mis estudiantes mujeres participen en clase igual que mis estudiantes hombres, que mis amigas comprendan que esta no es una lucha mamerta  y trasnochada sino que a ellas les compete porque nacieron en desventaja y eso se puede probar cada día en todos los escenarios.

No quiero sentirme desolada, quiero encontrar en mi soledad, la oportunidad para conocerme, cuidarme, consentirme y re – inventarme. Quiero asumir con madurez que no me quieren y saberme ir cuando mi dignidad me lo exige. 

No quiero trasladar a mis hijos mis inseguridades, mi falta de amor propio, mi carencia de afecto masculino. No quiero permanecer con un marido que no amo o que no deseo solo por el hecho de ser el padre de mis hijxs. Me niego a ser infeliz.

No quiero ser cruel con las otras mujeres, juzgarlas y criticarlas por considerarlas competencia o porque es un ejercicio cotidiano. No quiero hacer parte de rumores que las desacrediten o que las pongan en desventaja.
Quiero creer que no todos los hombres son iguales, no son los enemigos, que están naciendo nuevas masculinidades que caminan a nuestro lado y no les importa compartir sus privilegios, que renunciaron a ser el macho proveedor, el explotador, el oportunista, el exitoso sexual,  el fuerte y el seductor. Ellos también se están liberando con nosotras y están recuperando su humanidad y su dignidad.

Quiero pertenecerme.  NO QUIERO SER PATRIMONIO DE UNA NACIÓN, NI DE UN HOMBRE, NI DE UNA FAMILIA  soy yo y de mí. 

Comments

Antiesperanzo said…
Detrás de los ojos todos son chispa, ¿no? Y cualquier chispa hace un gran fuego hasta ser estrella... Y de la estrella al polvo de estrella: Para volver a empezar.
Anonymous said…
Me encanta lo que escribes, me agrada encontrar este blog

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