Verónica

michelle phillips by the mamas and the papas
En el salón brillaban las luces de múltiples colores, sonaba un rock and roll de esos en donde las parejas bailan y se besan apasionadamente. En la tarde Verónica había arreglado su pelo y había delineado sus ojos verdes que parecían dos islas solitarias y perdidas, cuando entró al salón pudo ver la guitarra y sintió la brisa del mar que le acarició la cintura aquel atardecer de 1976. No había pareja para Verónica esa noche, sólo los arpegios de Los Rebeldes cantando Bajo la Luz de la Luna. Las lágrimas no dejaron ver las islas, el pelo rubio comenzó a verse más opaco y Verónica acepto un whisky y otro y otro, mientras las parejas se besaban en medio de las pepitas multicolores de la noche, brindó por la vida y juró empezar de nuevo, no salió en las fotos, tampoco en el anuario, tampoco en la página social junto a las señoritas que se graduaban.
Su corazón - porque el corazón duele cuando se lo parten a una - se le hinchó como una ciruela madura, se le explotaba y era un dolor intenso que le rompía las rodillas. Ahora veía como Clemencita Aristizabal se sonrojaba con aquella canción pegajosa que le cantaba su novio en la banda... tin tin tin sonaba la guitarra armónica y Clemencita le apretaba la mano a Verónica, rimel corrido, ojos de conejo, sonrisa de perro. Te quiero, déjame que te diga otra vez que te quiero, déjame que te diga otra vez que te quiero y Vero hacía una mueca gracias a la mala combinación de whisky con mal de amores.
Al fondo una mujer vestida de verde se le acerco con un cigarro en la mano - oíste Verónica Santa, no tenías vos una hermana que se suicidó por un músico? Verónica la miró con ojos torcidos - no se de que me habla vieja loca, la única hermana que tengo es Clemencita- La mujer se le acerco más - ahhh te me parecistes a una niña de un cuento que se llamaba Gabriela y que se lanzó por una ventana por un tal Sergio jejeje- Verónica trago en la mano y cantando una canción de Tanguito - yo todavía no me muero por un man, la la la la, me gusta verte en las mañanas, ponerte de colores, naaaaatural- la mujer interrumpió con un grito la música en la cabeza de la Vero -querida, lo dicen tus ojos esta noche, a vos nadie te va a querer como tu querés y ¿sabes por qué? llevás la maldición del primer beso, tu lo que eres es pura poesía princesa dorada, ya verás que el tiempo no tiene para vos ni anillos de compromiso, ni flores, ni finales felices ¿sabés por qué? porque tu príncipe se está matando en una moto en la calera en este momento y ni alcanzastes a conocerlo muchacha... pobre de vos-
Verónica se quedó mirándola, tabaleándose de vez en cuando, juntó su frente con la de la mujer de vestido verde y pelo rojo radioactivo - como se llama usted vieja loca, ya me cae bien sabe- la mujer la separo con una risa de lástima - Me llamo Mary, sabes que, vos no perteneces a este mundo, te va a tocar joderte princesa, toda la hijueputa vida te dirán que sos loca- Verónica se compuso y las lágrimas volvieron a salir, caminó hasta la puerta, ahí estaba Andrés besando a Lucía, ella espero en la penumbra y cuando él quedó sólo lo abrazo por un minuto largo y eterno - Andrés dicen que tengo una maldición y como usted me dejo yo me estoy partiendo por dentro, no puede ser peor este 31 de octubre- Andrés le dio un beso y entró al salón para seguir bailando.
Hacía frío en la capital y verónica entendió que quizás sí era cierto que a las princesas doradas, a las cassandras perdidas, a las penélopes sin Odiseos, les tocaba un destino más interesante, se le quitó la borrachera y prendió un Capri. Verónica tenía 16 años y ya se había muerto tres veces, en la calera agonizaba un hombre de 20 años y profundos ojos de cielo, en un barrio una niña lloraba una carta de suicidio, se llamaba Gabriela Santa, se llamaba porque después se tiró por una ventana mientras sonaba trampled under foot.
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