Bogotá, en un despacho de la Universidad de los Andes respiro profundo, me duele el cuello. Bauman, por el cual tengo una resaca líquida, ya decía que en estos tiempos no hay vínculos ni compromisos. Es real.

Hoy mi alma está en Barcelona, mi cuerpo en Bogotá, mi corazón en San Cristóbal norte, una de las localidades más pobres de esta ciudad y mis sueños en un lugar que todavía no conozco, no he visto. Quiero aprender de Soledad mi directora de tesina de Barcelona, quiero volver con Eva e Irina y hablar con los Senegaleses, pero al mismo tiempo estoy aquí aprendiendo que un sujeto no es una persona, ni una persona un individuo y que la identidad desapareció y ahora hablamos de subjetividad.

Qué era lo que me llamaba a Colombia, qué es lo que nunca encaja y qué pasa con los proyectos que como diría mi verdugo Bauman, son líquidos y efímeros. Qué es lo que hace que Buenos Aires no me parezca una ciudad apasionante o que no este enloquecida viendo la semifinal de los clasificatorios para el mundial o qué hace que vuelva a estar perdida y asustada.

La imagen de hoy día, la mujer que todos ven está enredada y no se compromete. Yo creo que la noción de quedarme quieta en un lugar y resistir constantes horas de academia me vuelve loca. Yo creo que mi esencia es un punto medio que logre aplicar la ciencia a la realidad, a lo práctico y sin embargo yo sigo aquí como polilla frente al bombillo, queriéndome ir pero sin la más mínima posibilidad porque el brillo me atrapa y hace que me golpee y no deje de hacerme chichones.

Barcelona es Soledad y ARAFI, pero eso es tan etéreo y sin embargo no es el tema que me apasiona, últimamente la pérdida de la pasión se me nota en la mirada y dejo de ser yo para convertirme en un manojo de nudos y silencios. La simple idea de que me equivoqué otra vez me hace sentir un vacío en el estómago, no hay certezas, no hay anclas, no hay caminos. Hoy por primera vez volví a replantearme el suicidio como un acto heroico y de resistencia.

Pienso que es más fácil ser un ignorante, vivir en el conocimiento de la experiencia, con vidas simples y sin tanta parafernalia de clase intelectual, por estos días yo sigo el juego porque ya me adapté al sistema pero hoy cuando de nuevo escucho a mi maestra hablar del estado de bienestar, cuando veo compañeros que critican poner a discutir a dos autores en un mismo papel, me siento en la Barcelona cerrada y debo reconocer que prefiero la intransigencia de los españoles a que desde mi propio país se estén dando estas reflexiones.

Hoy pensé que quizás yo no soy una intelectual que no pertenezco a ese sustrato, sino a un escenario de plena libertad, sin estructuras más que la solidaridad, un mundo alternativo donde sean las cosas simples, el arte, la música, los cuentos los que hagan a las personas felices, libres del fardo del trabajo y sus explotación, libres de proyectos de vida de medio pelo, libres de tanta tontería capitalista. Parece que ese mundo no existe, que me jodí y que como anotó Giddens, la antropología se volvió sociología porque estaba condenada a la desaparición, se le murieron los indios.

Mañana, voy a cumplir años, otro 10 de septiembre, he escrito un libro pero me faltan 1000 artículos en social forces y en el american journal of sociology, pongo a Bauman con Touraine, he dejado los vicios y como a deshoras, ya me intenté morir, ya resucité, ya me morí otra vez y ya me enamoré, qué más podría hacer en esta vida tan sinsentido, infinita tristeza, tristeza maleza,, no estoy segura de querer seguir habitando este mundo de mierda, más bien me parece que todo es una mentira, una ficcioncita de televisión, un hoyo negro en el que lo desvisten a uno, lo muerden y lo patean, yo ya me cansé de coserme todas las noches las heridas y que la sangre me salga negra, yo ya me cansé de enseñar que el otro es un humano, que la naturaleza es la única respuesta, me cansé de todo, de los pobres que veo en la calle y que parece que nadie más ve, de la alienación del trabajo, de las malas telenovelas y de mí misma.





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