Lunes por la tarde

Sobreviví. Imagino que funcionó gracias a que estuve leyendo y releyendo la teoría del campus y el habitus desde el oficio del sociólogo hasta su aplicación en los trabajos empíricos. Todos estos días han sido días de enfrentar el género, el buen humor y el clima de otoño frío que hace de Bogotá un tango. Estos días son bonitos, de profundo encuentro con las ideas, el doctorado ha sido un oasis acompañado de buenas personas y excelentes maestros.
Dice Marcela que a un mes del cumpleaños uno debe cerrar los ciclos, creo yo que esto sucede, Barcelona aparece como una ciudad donde aprendí y me encontré con lo que quería, lo que quería también se llama Iván y también se llama un hogar sin tanta parafernalia de vida cotidiana y más con risa y con tés con crema. Este frío bogotano me renueva, me hace feliz y estreno sonrisa, aquí las horas pasan con amigos, con la familia y con abrazos, en este país hace mucho que nos toca armarnos de los micro - mundos porque la violencia es tal, que nos quedamos con los pequeños gestos de bondad y de solidaridad, son los que hacen la verdadera resistencia a este régimen, a estas historias tristes.
Con el tiempo la violencia dejo de ser mi karma para volverse mi objeto y ahora su análisis es una estrategia para transformar este desorden o por lo menos para aportar un poco de claridad. En Colombia estos días son duros y sin embargo sino apostamos por estudiar estas relaciones de violación, de fractura, de dislocación, no podremos salir de este conformismo, hay que reconocer lo que está mal para cambiarlo y la única manera es mirar hacia ese punto feo que nadie mira para sentir que todo esta bien.
Recuerdo entonces las palabras de Mills en la imaginación sociológica "sociólogos no desespereis todavía nos queda mucho mundo por interpretar". A esta guerra la hemos mirado con un afán y una perspectiva muy histórica, pero ahora puede que el presente sea el mejor don para descubrir que es lo que hay más allá de lo evidente, de lo inmediato.
El mundo cambia, uno se vuelve un montón de retazos de relatos. Recuerdo que hace casi un año me senté frente al puerto en la Barceloneta, me despedí de Lucrecia y se fue en un barco por el mediterráneo, le dije que me enviara cartas, que desafortunadamente no han llegado, me miró con su cara de miedo, el viento le desordenaba el pelo y levantaba su mano. Las lágrimas no me dejaban verla con claridad, pero despedirme de ella era necesario para empezar esta nueva vida. Estación centro: la interpretación, el camino del conocimiento, la lucha por comprender.
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