de vestidos, pasteles y cafés

Esta semana continué con esa necesidad de escuchar. Me senté con muchas mujeres, con algunas encendí y apagué cigarrillos me mojé los labios en un café sin azúcar, un glorioso café colombiano muy amargo al frente de la Universidad. Por esas mujeres no fui a mis clases pero escucharlas fue como abrir un baúl, uno de esos donde la abuela guardaba botones, fotografías y libros. Me hablaron de la increíble contradicción entre ser intelectuales y justificar la bondad del patriarcado, hablamos de vestidos de novia, de los pantalones del marido, de lavadoras y de consultorías internacionales, pensamos que claro, eran los treinta que habían llegado, a decir verdad, las prefiero como eran antes, en 1996 una de ellas se presentó diciendo su nombre y asegurando que era atea, la otra tenía un tatuaje azul en la muñeca y usaba unas hermosas sandalias con medias de colores, ahora son adultas, creo que me gustaba ese brillo de la conjugación entre Cioran y las velas de new age que ambas representab...