Verónica: Delirium tremmens

Verónica está en el suelo. A dos metros de distancia, una copa y el martini derramado manchan el piso. Le duele el brazo derecho, sobre el que ha dormido las últimas doce horas. Siente los pies húmedos y, al mirar hacia abajo, ve las últimas medias que encontró en aquel maravilloso lugar de lencería fina. Están intactas hasta la rodilla, con el encaje puro y ondeado. Están intactas, sí, pero ella siente que sus piernas han estado sumergidas en el agua fría de un océano. Su pelo se ha enredado con las pulseras del brazo izquierdo. Tiene náuseas. Se arrastra como puede, con esa hermosa pijama de satén que encontró en un mercado perdido de París. —Algo le pasa a Verónica —dicen los muertos. —¿Por qué Verónica no se levanta? —murmuran los fantasmas. “Anoche soñé que entraba un hombre por la ventana y me arrancaba el alma por la cintura”, piensa Verónica sin levantarse del suelo. Silencio. Camina en cuatro patas hasta el baño. Se percata de que hay pedazos de cristal en el piso de mader...