Pare de Sufrir: esos arrocitos en bajo.

Mi vecino, era la cosa más dulce que pudiera respirar en treintamil kilómetros a la redonda. Tenía ese flow descuidado de los punkeros, unos hermosos tatuajes en todo el cuerpo, era un artista de esos que montan documentales para la televisión europea, un bocado de cardenal, un pecado, un dulce de coco, mi pura perdición. Mis amigas celebraron que fuera mi vecino y comenzaron a necesitar toda la discografía de Sid vicious y de Misfits, me decían que sus ojos miel eran la ventana al paraíso, todas temblábamos con su cresta y su bicicleta y yo me hacía la loca, la demente, aunque sintiera un viento frío cada vez que pasara. Un día, por fin me habló y creí que se acababa el mundo, cinco segundos después que estaba en toda mi capacidad abarcadora del ojo, se aproxima una diosa de pelo negro y piel blanca, una belleza andina, de sonrisa oral - B, lo agarró por detrás como en los videos dulzones de Bon Jovi, - esta es Pato, mi novia- me dijo con la sonoridad de una matraca...