Adamaría de los Santos Bertre

Calor se siente en el rancho de tejas de zinc y casi chispea el techo del sol que le cae al medio día. Luisa no suda, sus 75 años la hacen resistente, con pelo blanco y libre, con su cara de negra maravillosa y bruja, revuelve con los misterios de sus antepasados un poderoso bebedizo - te pongo amol lìquido y agua, coco y maguey, que la niña que beba estos mares, se ponga bonita, goldita, como el fluto de tu albol, que se llene e' vía- Los espíritus y muertos que ya la conocen, suben al coco y al maguey, bajan al coquito, se arrastran por la polvadera y se pierden en la caña del ingenio, regresan atontados por la magia de Luisa y le dicen - que se haga la voluntá del señol, que la mujer florezca, que de fruto. Pero plimero, hay que limpiale la baliga, que no hay maí ni hay hijo sin nío- la casa huele a flores y el mar se pone bravo. El perrito Guardían estira la trompa, los muertos han hablado y Luisa ha cocinado dos botellas de amor para mujeres que quieren dar...