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Showing posts from January, 2013

Adamaría de los Santos Bertre

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  Calor se siente en el rancho de tejas de zinc y casi chispea el techo del sol que le cae al medio día. Luisa no suda, sus 75 años la hacen resistente, con pelo blanco y libre, con su cara de negra maravillosa y bruja, revuelve con los misterios de sus antepasados un poderoso bebedizo - te pongo amol lìquido y agua, coco y maguey, que la niña que beba estos mares, se ponga bonita, goldita, como el fluto de tu albol, que se llene e' vía-   Los espíritus y muertos que ya la conocen, suben al coco y al maguey, bajan al coquito, se arrastran por la polvadera y se pierden en la caña del ingenio, regresan atontados por la magia de Luisa y le dicen - que se haga la voluntá del señol, que la mujer florezca, que de fruto. Pero plimero, hay que limpiale la baliga, que no hay maí ni hay hijo sin nío- la casa huele a flores y el mar se pone bravo. El perrito Guardían estira la trompa, los muertos han hablado y Luisa ha cocinado dos botellas de amor para mujeres que quieren dar...

Pertenecerse

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Cuando llegué a Guatemala, a la aldea de Campur en Cobán yo todavía no era una mujer, pensé que tanto caminar por la Europa vieja, haberme escapado al África musulmana y haber abierto los brazos en el desierto, me haría más sabia, más comprensiva, menos altanera. pensé que esa era la respuesta, pero no, la respuesta la tiene América Latina, por lo menos a las preguntas que a mi me asaltan.  En Campur vi los ojos mayas y escuché las historias de las mujeres que se levantan para hacer las tortillas y se acuestan en un eterno presente, un presente que no culmina sino que se extiende, como si no hubiera ni pasado ni futuro, sólo un hoy lleno de supervivencias, de goces y dolores. En el Duraznal, conocí a una mujer que me compartió un pedazo de su vida, preciado, guardado en lo más profundo de su humanidad femenina, me recibió en la cocina y me dijo cómo amarse a sí misma, como cuidarse, como diferenciar el amor del uso y el deseo de la calentura. Me despidió con una rosa y yo m...

Una Habitación Propia

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 momento egcéntrico en la habitación propia Batallo, esto no es fácil. Me cuesta más de lo que pensaba dormir sola, no porque dormir sola no sea el paraiso without ronquidos, patadas y calores, sino porque era un buen inductor de sueño para este síndrome de orfandad y este persistente temor a los fantasmas y aparecidos. Un apartamento de soltera como el mío tiene un tiempo distinto, es la eternización del presente y la nostalgia del pasado que me ata a mi alfombra y a mi cama, no me deja levantarme y entonces pienso que soy algo así como una nube: gaseosa, eterea, áerea y sin ninún aterrizaje mayor a un evento desastroso que me transforme en neblina o en remedo de nube, así estoy yo un poco digamoslo con franqueza: apachurrada.  Pero y entonces aparece esa Santa Liz, sensata, mujer trabajadora que se empeña en hacerlo todo eficaz, efectivo y hermoso, se me sienta en la esquinita de la cama y me dice: vamos niñata, el mundo para las duras. Yo me levanto a quejidos...