Los cuchillos

La mona se quedó pensando en eso que Martín pensaba, decía él que su beso era un malentendido, "esa sensación gélida de lo que se fragua en las mentes crueles de las féminas adolescentes". Repasaba una y otra vez con honda desdicha y viendo la ciudad desde una montaña, esa frase de las mentes crueles de las féminas adolescentes. Había visto muchas veces a Martin, lo había imaginado en esa hora que parecía más que tiempo un cuchillo, que le abría las entrañas y la hacía sangrar, la cálida sangre... los cuchillos. En ese entonces pensaba que podía buscar a Martín para que le tomara la mano y le cerrara la herida con su mechero, como si de hilachas de tela fueran todos sus dolores. Lo había descubierto en la piscina del club, cuando todos nadaban y ella se quedaba intacta observando y queriendo ser niño, lo sintió tomándola por la cintura y pidiéndole que jugaran. Lo supo compañero al toparlo en la calle, vestido de negro, con un largo gaban, fue un espejo de sus tiempos de...