Los domingos, los perturbados domingos
Dice la sabiduría popular que para las rupturas y los desapegos no hay nada mejor que un viaje. Saqué una libreta de años anteriores y busqué en seis meses cumplir la mayoría de los sueños postergados, es que ya tengo 31, es que no se puede pasar la vida quejándose de lo que pudo hacerse y no se hizo. Me fui al Sahara y dejé en el desierto todos los miedos a lo desconocido, a lo diferente. Viajé a Lisboa y toqué hasta el fondo las oscuridades que una mujer promedio puede tener, dejé media vida en medio de los tranvías pero todavía no estaba lista. Entonces empaqué las maletas a Viena y por primera vez rompí el silencio de 10 años de haber dejado de escribir etnografía, de escribir con el corazón, pero Viena me liberó de los hilos más sutiles del dolor del autoritarismo, del edipo no resuelto, del ex novio malo y del amor romántico, volví atrás, repasé mis huellas y cambié el ciclo. Tanta energía desbordada, tantas veces que dije cheers, salud, tanta comida, tantas part...