Esos horribles círculos de la intelectualidad

Un día quise que las cosas fueran diferentes. Ya saben, (vieja historia). Me asqueaba el orden de las cosas. No es que me creyera mejor que las demás mujercitas de la Presentación de la Santísima Virgen, sino que me interesaban cosas distintas. Para ese entonces, algunos amigos leían a Nietzsche y otros veían películas que no estaban en la cartelera comercial. Y yo… yo tenía 14, y claro, comencé a empaparme de ese mal de andar con intelectuales. Ricardo se sentaba en el parque y decía: —Mona, ¿qué es la realidad? ¿Y si todo lo que vemos no es real? La primera noche que salí sin permiso de mis papás, me llevó a ver un montaje en danza sobre Camille Claudel. Y yo, con mi adolescencia alborotada, fui la mujer más feliz del mundo. ¿Y si fuera como Virginia y Camille? ¿Si llegara a escribir como Carrington? Luego vinieron las tertulias con guitarras, pasándonos libros de poesía y literatura latinoamericana. Después llegó el trabajo en el barrio y, luego, la postura política. Me decían las n...